jueves, 3 de diciembre de 2015


Florencia (….. y capítulo III) Bárbaro regreso.

Sí así podría calificarse al mismo, de bárbaro. Por circunstancias imprevistas, el taxi que nos conducía al aeropuerto se vio metido en un atasco kilométrico insalvable. La radio escupía la notica en la que un desafortunado motorista había sido víctima de un atropello y las retenciones amenazaban con perpetuarse más horas de las necesarias. Un vuelo de regreso nos estaba esperando y lo haría descontando lentamente los segundos hasta que nos viese aparecer la terminal del aeropuerto. Rápido descuento temporal en el que el nerviosismo se hizo hueco y las taquicardias acudieron como invitadas no previstas antes de que casi diésemos por perdido el embarque. Milagrosamente accedimos con la ventana de facturación casi cerrada y más milagrosamente aún nos vimos sentados con la vista fija en la pista de despegue. Y a nuestro lado, un encanto llamado Bárbara. Se le adivinaba la clase nada más empezar a charlar con ella. Nos habló de cómo regresaba a Madrid para no sentirse extraña en la lejanía que la Toscana le aportaba. Ella, acostumbrada a vivir más en el aire que el resto de los comunes, llevaba sobre su talle la elegancia que toda azafata nacida para serlo sabe lucir sin esfuerzo alguno. Habló de cómo se sumó a la lista de esposas de un famoso tenista que cayó rendido a sus encantos y no cejó hasta hacerla suya.  Nos hizo partícipe de sus constantes vuelos transoceánicos en los que compartieron preferencias con aquellos primeros viajeros con destino al Caribe antes de convertirse en destino popular. Madre de una niña a la que dio todo tipo de posibilidades desde su propia iniciativa tan callada como cierta, tan segura como necesaria. De sus orígenes levantinos seguía guardando el acento que no había perdido  por más años de ausencias que llevase. Y con todo ello, nos abrió su corazón al relatarnos el último motivo por el cual se encontraba en Florencia residiendo. Un amor a prueba de fechas, persistente desde el convencimiento, que ya hubiese servido de modelo a García Márquez más allá de sus tiempos coléricos, consiguió convencerla. Años rondándola y años esperando una respuesta afirmativa en la que el temor a un definitivo adiós se palpaba en cada una de las escapadas que hacía a su cuna. Los viajes incesantes  entre los viñedos y el Renacimiento como convidado de piedra acunando para este amor un lecho de esperanzas que aquel etrusco mantuvo a pesar de todo consiguieron tenerla próxima que no cautiva. Creo que se olvidó mencionar que cada vez que se separaba de Alfredo, este intentaba disimular la incógnita que se trazaba bajo sus sienes, y que siempre tenía la misma respuesta. Queda pendiente comprobar de nuevo, si todo es cierto, si todo sigue sonando a flauta travesera cada vez que la llovizna lanza sobre la Magnífica Florencia otro rayo de hermosura cuando la noche se tiende y le rinde pleitesía.

Jesús(defrijan)

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