Hacia Figueras (capítulo V)
La intensidad circulatoria de aquella mañana de viernes vino a verse
acompañada por el gris que nos despedía. Ya nos habíamos acostumbrado a los
repentinos cambios del cielo y no era de extrañar que los sucesivos estados
pidiesen turno. Así que antes de que nos diésemos cuenta estábamos inmersos en
los innumerables cruces hacia la única salida que buscaba una ruta hacia el
sur. El caos se sumó como invitado no previsto y las cuatro horas primeras se
contentaron con cien kilómetros en los que vino a ser una procesión lenta de
motores en marcha. Tras no pocos desesperos y adioses a los cruces meridionales
de las autovías que buscaban el mar se nos puso de frente el macizo montañoso a
modo de rampa descendente sin fin a la
busca de la frontera. Carteles en los que se retrocedía al reloj a aquellos
años de visitas a los cines de Perpiñán en busca del último acorde de aquel tango que tanto
sonaba a París. Ni Marlon Brando ni María Schneider lograron encontrar una
explicación a aquellas peregrinaciones que competían con Lourdes en busca de
devotos hacia sus santuarios. Tiempos
pasados en los que el verde empezaba en Los Pirineos y por dicho verde
volábamos sobre pendientes del siete por ciento. Llegué a pensar que amerizaría
en la Costa Brava y llegada la noche Figueras se nos mostró. Quedaba toda una
jornada por delante para ser testigos de la locura meditada de Dalí como genio
pictórico. De modo que a primera hora accedimos a su museo y en él pudimos
comprobar cómo a los auténticos maestros se les permiten y aplauden las excentricidades que les tildan
de originales. Cristo crucificado mutándose en Lincoln, cadillacs convertidos
en jardines colgantes, labios que invitan a sentarse, relojes fundidos por el
paso del tiempo, cuerpos ajados por la
propia naturaleza y ascensiones a los cielos de la imaginación que en mano de
cualquier mortal se denominaría como absurda. Y entre todas ellas, la diosa
Gala reivindicando su supremacía como musa del artista. Allí la barretina había
servido de salvaguarda de unos pensamientos que tomaron forma en la Residencia
de Estudiantes aliándose con los fotogramas de Buñuel y las letras de Lorca
para dar como resultado final lo que debería ser principio para todos. Dijimos
adiós y durante los quinientos finales pasamos revista a todo lo vivido más
allá de la cordillera con la intención abierta de regresar cuando el espíritu
así lo solicite.
Jesús(defrijan)
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