miércoles, 23 de diciembre de 2015


      Feliz  Navidad

Ya está todo preparado y todo sigue pendiente del último detalle. Las chimeneas exhalan fumatas blancas y las alacenas rebosan de melaos y frita en sartén. En un constante goteo, los cláxones anuncian en cada curva que no cierren la lista, que siguen llegando y el tránsito desde la lejanía se ha hecho eterno. Un año más, las aceitunas esperan su turno para ser ordeñadas desde las ramas y sumergirse en el lebrillo de la cocinilla que cubre sus barros de sosa y aliño. Las perchas de madera exhiben el oreo de la matanza y las bolsas de agua caliente saben que ha llegado su turno. Las orzas se exhiben ufanas a pie de pared pintada de azulete  porque se saben las elegidas por quienes tanto las echan de menos. Y las castañas, guardianas del secreto de su sabor, reinas de la corona con la que se viste la estufa, caldearán su interior para hacerse más dóciles al paladar que tanto entiende de gestos. Allá, en el rincón próximo al pasillo, la botella tantas veces rellenada con el dulzor del anís a granel, pedirá que unas manos infantiles se acerquen a ella con la cuchara que la extraerá ritmo al frotarle la piel acristalada. Por las calles penumbrosas los aguinaldos se abrirán paso desde las gargantas desafinadas solícitas de recompensa.  Las panochas se interrogarán de modo silencioso sobre qué tal nos ha ido el trimestre de ausencia y bañadas en sal se sumarán al festejo.  Un incesante goteo de troncos alimentará a la estufa para que el calor siga luciendo su origen y se esparza entre los reunidos de nuevo. El almanaque empezará a languidecer sabiendo que su tiempo está concluido y cederá el turno. En aquel rincón, las figuras del belén agradecerán el frescor del musgo extraído de las peñas orientadas al norte y los ríos plateados sabrán a chocolatinas que les dieron origen. Las panderetas, las zambombas, las frutas escarchadas, los higos secos, los turrones de guirlache, todo, dodo, dará fe de cuánto tiempo perdemos hasta darnos cuenta de lo verdaderamente válido.  Las manecillas reloj de pared corren veloces en busca la su hora y sin darnos cuenta se ha hecho la hora. Quedan como centinelas sobre la mesa las botellas de sidra hasta dentro de una hora. Los abrigos y las bufandas se enfilan hacia la estera del pasillo y el toque de campanas sabe a canto de gallo. Los pétreos que albergan a la liturgia del misterio  nos acogen y el parpadeo de las ceras nos guiña su complicidad.  No sabría deciros quien es más feliz de entre todos los que por una noche somos capaces de serlo. Feliz Navidad, de nuevo, amigos míos.

 

Jesús(defrijan)

No hay comentarios:

Publicar un comentario