lunes, 7 de diciembre de 2015


    Mujeres y hombres sin viceversa

La verdad que por ser tan manido el tema de la lucha de sexos resulta un poco arriesgado volver a hablar de ello sobre el tenue hilo del equilibrista tecleante.  Si te inclinas hacia una de las opciones, puedes ser catalogado de machote por aquellos que aún no han evolucionado hacia una sociedad igualitaria y exhiben el falso poderío de la fanfarronada a modo de medallero sobre el pecho. Si optas por la otra vertiente, lo más probable será que recibas por ambas partes pescozones que no harán más que sumergirte en el pozo de de dudas de la incomprensión. Unos te tildarán de arribista hacia el feminismo con turbias intenciones y otras te mirarán de soslayo ante la sospecha continua que todo varón les pudiese originar. De modo que creo que puestos a caer en uno de los lados del alambre, que sea la opinión de cualquiera la que se encargue de empujarme a la caída libre sin red. Sí, de acuerdo, lo reconozco, somos básicos. El “por la señal de la santa cruz” que empieza en la frente y termina en la entrepierna pasando por el estómago nos hace ser un resumen trinitario del eje vital que nos segmenta. Cierto, básicos, elementales, infantiles, a veces irresponsables….. Siempre dispuestos a recibir sobre las espaldas o bien la palmada del advenedizo o el saco de reproches por no haber sabido adivinar el pensamiento minutos antes de convertirse en orden a ejecutar sin mayor dilación ni retraso alguno. Marionetas guiadas por los invisibles hilos de la perfidia que nace en el mismo instante en el que el problema inexistente pasa a ser irresoluble y por lo tanto motivo de suspenso. No se trata de sometimiento, no; se trata de carecer de dotes demiúrgicas sobre las que construir un universo llamado normalidad. Por eso aparecen las válvulas de escape en las que la presión se va liberando lentamente antes de superar el máximo nivel de barias que la hagan estallar. Quizás un punto de equilibrio sería imprescindible conseguir sobre el fielato de una balanza sin otro sobrepeso que el cambio de roles en pensamiento y acción.  No serían necesarias más explicaciones que aquellas nacidas de la propia conclusión que a todas luces habla de cuánto somos de vulnerables aquellos que alardeamos de ser los más fuertes y sabemos que nos mentimos.  En cualquier caso, queridas mías, amas y señoras del paraíso, un poco menos de dramatismo tampoco estaría de más a la hora de aceptarnos con nuestras carencias que no son más que la consecuencia de sabernos inferiores a vosotras. Mientras tanto, y aun a riesgo de no haber aportado nada a lo ya sabido, voy a buscar un solucionario llamado optimismo que seguro esconde las respuestas venideras.  

Jesús(defrijan)

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