miércoles, 16 de noviembre de 2016


El patio de Triana

Era costumbre en aquellos años setenta que al runrún de las canciones de moda se organizasen conciertos promocionales. Así solía llenarse la plaza de toros de Valencia en la que sobre la arena se alzaba un escenario y sobre él un compendio de grupos o solistas que daban a conocer sus éxitos del momento o ya obtenidos. De modo que me acerqué al centro en cuestión y adquirí un long play de The Stories en el que se incluía su mítico Brother Louie y con él se me adjuntó una entrada para el festival inminente. A toque de reclamo, entre las figuras rimbombantes estaban Tony Ronald y Paper Lace. Por eso, aquella noche de primavera apuntaba a ser especial. Y vaya si lo fue. Nada más encenderse los focos, el locutor de turno anunció a un nuevo grupo que procedía de Sevilla. Un trío que se proponía la fusión de los aires andaluces con el rock sinfónico. Un grupo que lideraba un tal Jesús de la Rosa y que llevaba por nombre Triana. Imaginad el impacto que supuso a estos tímpanos escuchar algo novedoso más allá de las canciones pop de moda o de aquellas que se postulaban como melodías veraniegas próximas a ser números unos. “Creo recordar que por la noche, el pájaro blanco echó a volar” y la piel se me puso erizada ante aquella maravilla titulada “En el lago” que se incluía en el álbum “El Patio”. Esa mezcla de compases electrónicos con toques flamencos resultó increíble y con el tiempo transcurrido sigue siéndolo. Abrieron un camino que otros seguirían en el que la genialidad viajó pareja con el infortunio personal de algunos de sus componentes. Llegué a escucharla como fondo musical de Manuela, una magnífica película y el desgarro del quejío de Jesús sigue presente. Poco importaron que los restantes grupos o solistas hiciesen brincar a las gradas del coso a ritmo de sus éxitos radiados. Allí acababa de producirse un hecho insólito que mereció varias vueltas al ruedo y que acaba de cumplir cuarenta años. Si alguien no ha disfrutado del frescor de dicho patio, no debería retrasar su visita. El rumor del agua se empapará en los poros y seguro estoy que será transportado a una época en la que la genialidad no era parida desde el marketing sino desde los estribillos que concluían con  ” En nuestros corazones, en busca, de una estrella fugaz”

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