miércoles, 30 de noviembre de 2016


El camino

Mucho cuidado con no confundirla con aquella que escribiese aquel monseñor que hablaba de la obra de dios. Mucho cuidado con obviar el artículo que forma parte del título y que en nada tiene que ver con la antes mencionada. Aquella ni la leí ni me interesa y esta encierra en sí misma un retrato tan cercano en las sensaciones como lejano en el tiempo de aquellos que nos asemejamos al protagonista. Solo un genio de la pluma como Delibes sería capaz de poner en marcha un relato en forma novelada del desarraigo que supone abandonar tu niñez en pos de un desarrollo hacia la vida adulta que no has pedido de modo tan repentino. Sabes que nada volverá a ser semejante a lo que dejas atrás y las mismas interrogantes de los personajes de la novela te van asaltando. La vas haciendo tuya en la medida en que te solidarizas con quienes apuran las horas previas a emprender un camino de no retorno. Dan ganas de soplarles al oído lo que les espera cuando el tiempo transcurrido te ha convertido en el veterano del exilio. Solo les quedarán los espacios interescolares para cimentar convivencias familiares y con el dolor irán cociendo los ladrillos de su futuro. Y todo, durante esa noche previa a la marcha, desde una línea de salida que mira al infinito buscando respuestas. Con un poco de suerte conseguirás poner rostro a los personajes tomados de los que tuviste la fortuna o desgracia de conocer en la representación real de esa obra. Cambiarán mínimamente los espacios, quizás las clases, quizás los temarios. Serás capaz de alejar las penurias que fueron solapándose a tu piel y en aquellos doce años que tienes enfrente querrás revivir lo que ya no tiene vuelta atrás. Se te hará corta la lectura; como si le faltase el camino de regreso que tú tan bien conoces. Y conforme analices esa especie de carencia comprenderás que don Miguel dejó abierto este regreso para que cada cual lo caligrafiase según sus vivencias. Si alguna vez me pareció imprescindible recomendar un libro, esta sería la suprema. Aquellos que no sientan paralelismos personales con la narración, que al menos tengan a mano la curiosidad de saber cómo nos fue. Aquellos que fuimos clones, al leerla, nos veremos reflejados, y quién sabe si reconciliados  con el destino que nos trajo al punto actual.  Por lo que a mí concierne,  “Cuatro años y un día”, quiso ser una crónica que en multitud de ocasiones sigue respondiendo por mí y por unos cuantos más.       

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