Tokio Blues
Me impactó, ya lo creo que me impactó. Y quizás
fuese la casualidad la que me llevó a enfrascarme en la lectura de un escritor
japonés con el propósito de desilusionarme a las primeras de cambio. Y con ello
pensar que los escritos llegados del
Lejano Oriente alcanzaban un nivel excesivo para mi capacidad de asimilación.
Sin duda, el subtítulo que daba nombre a una canción de los Beatles, acrecentó
mi curiosidad y allá que me sumergí. Poco tardaron en aparecer los personajes
protagonistas enfrascados en conflictos que asoman a los veintipocos años. La
soledad, el dolor, las pasiones, todo en una amalgama de sensibilidad manejada
con maestría que mantiene al margen a la cursilería. Una obra que se hace
universal al tratar los temas de que de por sí ya lo son se den donde se den.
Unas idas y vueltas en torno al psique de los personajes que te hacen ser solidario
con ellos al compartir debilidades, temores, cruces de fronteras del ánimo. Y
en todo ello, Murakami, abriéndose ante ti como el maestro de la narrativa que
no necesita de decorados variantes para dejarte un poso de buen hacer. Novela
para degustar en momentos especiales en los que todo parece derrumbarse a tu
alrededor y la salida del túnel no se percibe ni como mínima esperanza tenue de
luz. Revueltas estudiantiles como coro a unas inquietudes que dejaron para la
leyenda a aquel sesenta y ocho nacido en París y esparcido por todo el mundo.
Conflictos entre el deber y el querer, que tantas y tantas veces se empeñan en
llamar a la puerta. Y que cuando lo hacen, suelen golpear el picaporte de un
modo diferente en cada caso, por mucho que busque, un mismo fin. Una novela
intimista en la que el autor se nos muestra como partícipe de aquellos vaivenes
de una juventud que parece echar en falta. Un grafiti decorado con las
guirnaldas de la desilusión que los almanaques cuelgan con sabor a ayer y sin
vuelta atrás. Una apertura, en definitiva, al mundo imaginativo de este genio
de las letras que sabe transmitir algo más que argumentos fáciles los devotos lectores entre los que me cuento.
No será la última vez en la que vuelva a aparecer por estas letras. Más de una
de sus obras he tenido el placer de degustar y así quiero recomendarlas. Pero
de lo que no cabe duda, es que hubo un día en el que me dejé llevar por la
curiosidad de unos acordes que sonaban a blues, llegaban de Japón y los
ejecutaba un maestro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario