lunes, 6 de noviembre de 2017


Cyrano

Sabía a lo que iba y sabía que no saldría defraudado. Unidos el verso y la escena sobre la alfombra del clasicismo romántico de esta obra, la puesta no podía fallar, y no falló. Allí apareció el personaje bajo la piel de quien tantas sesiones televisivas nos ofrece y logró que en ningún momento estas hicieran acto de presencia. No, no era posible la mezcla, y no lo fue. El mosquetero imbuido de rimas guardaba bajo tu tahalí de sentimientos la vaga esperanza de ser amado por la musa que amaba a las letras. Nada nuevo que añadir a estos vaivenes amorosos que por inmemoriales se perpetúan. Nada excepto la más que crediticia actuación de aquellos que entraban y salían de los escenarios como si los mismos escenarios pugnasen por arropar semejante argumento. Una delicia entre la que se mezclaba la ironía a modo de intermedio ante el dolor que el desamor supone. Duelos mosqueteros a la busca de lavar honores y entre todos ellos la intrínseca pena de quien sabe que jamás podrá lograr lo que tanto ansía. Puestas en valor de los valores atemporales entre los que destacaba el fin último como revelación de secreto celosamente guardado por Cyrano. Actos entre los que se vislumbraba el poder de la palabra como imán de dos mundos tan físicamente opuestos como amorosamente unidos sin saberlo. Una Rosana que dejaba pasar el tiempo entre los lutos del duelo confiada en un futuro que sonaba a pasado. Un resignado espadachín que mantenía a raya cualquier atisbo de afloramiento de sus vergüenzas hasta que la muerte logra liberarlo de tan pesada carga. Y frente a todos ellos, las emociones surcando rostros en un tercer acto sublime. La caída de las hojas a modo de metáfora cubriendo el suelo de pesares irreductibles e insalvables. Una perfecta dicción que no dejaba paso ni al más mínimo de los reposos para no privarnos de semejante representación. Pasaron las horas y el regusto a gozo semejaba ser un poso de café expedido por la máquina de la grandeza. Pasaron las horas y la comunidad amante del teatro tuvo la oportunidad de reafirmarse una vez más en sus creencias. Sé que resultará complicado volver a sintonizar los canales televisivos y ante su presencia no ver a aquellos amantes que lograron dar vida una vez más a un magnífico Cyrano que tan buen sabor de boca logró dejarnos ¡Quién sabe si la llovizna previa quiso advertirnos y nosotros nos dejamos arrastrar! Acudid y comprobadlo si el buen teatro os cautiva.   

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