Cyrano
Sabía a
lo que iba y sabía que no saldría defraudado. Unidos el verso y la escena sobre
la alfombra del clasicismo romántico de esta obra, la puesta no podía fallar, y
no falló. Allí apareció el personaje bajo la piel de quien tantas sesiones
televisivas nos ofrece y logró que en ningún momento estas hicieran acto de presencia.
No, no era posible la mezcla, y no lo fue. El mosquetero imbuido de rimas guardaba
bajo tu tahalí de sentimientos la vaga esperanza de ser amado por la musa que
amaba a las letras. Nada nuevo que añadir a estos vaivenes amorosos que por
inmemoriales se perpetúan. Nada excepto la más que crediticia actuación de aquellos
que entraban y salían de los escenarios como si los mismos escenarios pugnasen por
arropar semejante argumento. Una delicia entre la que se mezclaba la ironía a
modo de intermedio ante el dolor que el desamor supone. Duelos mosqueteros a la
busca de lavar honores y entre todos ellos la intrínseca pena de quien sabe que
jamás podrá lograr lo que tanto ansía. Puestas en valor de los valores
atemporales entre los que destacaba el fin último como revelación de secreto
celosamente guardado por Cyrano. Actos entre los que se vislumbraba el poder de
la palabra como imán de dos mundos tan físicamente opuestos como amorosamente
unidos sin saberlo. Una Rosana que dejaba pasar el tiempo entre los lutos del
duelo confiada en un futuro que sonaba a pasado. Un resignado espadachín que
mantenía a raya cualquier atisbo de afloramiento de sus vergüenzas hasta que la
muerte logra liberarlo de tan pesada carga. Y frente a todos ellos, las
emociones surcando rostros en un tercer acto sublime. La caída de las hojas a
modo de metáfora cubriendo el suelo de pesares irreductibles e insalvables. Una
perfecta dicción que no dejaba paso ni al más mínimo de los reposos para no
privarnos de semejante representación. Pasaron las horas y el regusto a gozo
semejaba ser un poso de café expedido por la máquina de la grandeza. Pasaron
las horas y la comunidad amante del teatro tuvo la oportunidad de reafirmarse
una vez más en sus creencias. Sé que resultará complicado volver a sintonizar los
canales televisivos y ante su presencia no ver a aquellos amantes que lograron
dar vida una vez más a un magnífico Cyrano que tan buen sabor de boca logró
dejarnos ¡Quién sabe si la llovizna previa quiso advertirnos y nosotros nos
dejamos arrastrar! Acudid y comprobadlo si el buen teatro os cautiva.
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