miércoles, 29 de noviembre de 2017


Los insomnios



No es que entienda demasiado sobre los ciclos del sueño. He oído sin prestar apenas atención hablar sobre el ciclo R.E.M. en inmediatamente me he puesto a tararear su “Losing my religión” y de ahí no he pasado. Alguien mencionó algo sobre la fase R.O.M. y busqué en las entrañas del P.C. algo parecido sin encontrar solución. Así que, iniciales a parte, aquí me encuentro, en mitad del desvelo, sumergido en el mayor de los insomnios sin saber a quién culpar del mismo. A la cafeína no puedo porque hace tiempo que la desterré de mis armarios. A la nicotina tampoco por ser la olvidada arpía que tantos años me atenazase ante el encendedor. A la falta de liquidez, tampoco, porque más o menos voy tirando y si no me sobra, tampoco me falta. A los vaivenes del corazón, en absoluto, a pesar de las secuelas propias de la edad que se aleja deprisa hacia la recta final y los latidos se alteran a capricho. No sé, la verdad, a qué se debe. Podría echar la culpa a la próstata que en algún momento de la noche, y no siempre, decide convertirse en la despertadora  inguinal antineurésica. Nada, que no hay forma de encontrar al culpable. Sólo me resta por averiguar si a lo largo de la jornada ha aparecido alguna contrariedad a la que no he dado importancia y en las horas oscuras sale a la luz sin pedir permiso. Si así fuese, ahora no caigo. Quizás aquel exabrupto que lanzó el peatón hacia el conductor que se saltó un paso de cebra ha quedado impreso en mi cerebro y busca explicaciones que no le he pedido. Puede que aquella conversación que mantenía a grito alzado por el móvil una pareja mal avenida. A lo peor las recriminaciones injustificadas de una madre pidiéndole actitud de adulto al niño que arrastraba la mochila con aspecto cansado. Igual el aviso naranja de la reserva del coche me pilló desprevenido y enojado cerré el portón. Demasiadas posibilidades y escasas culpabilidades palpables. Así que lo mejor será dejarse llevar y que las horas del alba decidan a su libre albedrío qué camino seguir. Si al menos tuviese un perro podría lanzarle el reto de un paseo temprano que seguro agradecía. Pero no es el caso, y creo que carezco del espíritu de sacrificio que ello conlleva. Dentro de nada empezarán las emisoras de radio a pregonar incidentes, controversias, accidentes, agresiones, desacuerdos, estafas, robos, persecuciones. Así volverán a desfilar ante mis tímpanos los tics-tacs  del día a día que tan pronto se presenta. Puede que la ducha logre disimular las secuelas del insomnio. Será tan momentáneo que el ciclo de la duda resurgirá tras el descanso del albornoz y los posibles culpables aguardarán unas horas para volver a actuar. Ni siquiera me queda la opción de acusar a un constipado persistente del aspecto que muestran mis ojeras. Y lo peor de todo es que justo ahora, cuando el sol empieza a asomarse, me están entrando ganas de dormir. ¡Será posible!

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