Sentido único
Así leído suena a
tránsito autoviario en el que seguir en paralelo a los vehículos que te
rodean. Con ello se evitan problemas tan
comunes como los atascos, como los choques frontales, como los adelantamientos,
y todo transcurre más o menos al unísono. Y así lo ha debido imaginar Carmena,
la alcaldesa de Madrid, para el tránsito peatonal en estos días de compras
compulsivas por el centro de la capital. No parece mala idea. Atravesar la
calle Preciados de norte a sur por una horda de legionarios comprantes a la
busca del chollo es una visión que no deja de tener su gracia. Todos a ritmo
como si de un desfile militar coreano se tratase enfilando hacia el portal
adecuado en el que sumergirse y dejarse la cartera. Todos siguiendo el ritmo de
las pisadas de este intenso desfile procesional semana santero sin más tronos
que portar que las bolsas de plástico custodias de los productos adquiridos. A
piñón fijo, sin posibilidad de retroceso, en vuelo rasante y pausa ausente.
Desde luego los choques en cadena parecen más que previsibles. Bastará con que
alguien decida refrenar su velocidad para que aquellos que le siguen se den de
bruces con él y el parte de lesiones salga a la luz. Supongo que el paso
siguiente será exigir un seguro, al menos obligatorio, a todo caminante que
decida sumergirse en ese trayecto. Y de paso, luces catadióptricas en la ropa,
intermitentes en las muñecas y luz de frenada en el trasero. Bocinas no creo
que hagan falta ante el incesante murmullo del tropel. Ni imaginarme quiero el
día que decida amanecer o atardecer lluvioso; el caos será impredecible e
irresoluble. Los ataques de ansiedad, agorafobia y estrés, están asegurados. De
nada servirá guiarse por las luces parpadeantes de los edificios pregoneros de
ilusiones si no somos capaces de abandonar el carril que elegimos sin meditar.
El “manos libres” se hará imprescindible para dar rienda suelta al cambio de
planes que exija un inmediato acceso al baño más próximo. Ante la congestión
multitudinaria vete tú a saber si no se impone la necesidad de peatonalizar las
circunvalaciones. Al paso que va la contaminación, y conforme se estipulan las
velocidades de los vehículos, yo no descartaría tal propuesta. Se trata de
vaciar bolsillos, envolver regalos, completar bolsas y repetir procesos. No en
balde la vida se vive en sentido único y estas escenas no iban a ser una excepción. Ahora es cuando me
llegan nítidas las imágenes de peregrinaciones a la Meca, de los giros
presidiarios en el penal de “El expreso de medianoche”, y todo empieza a
encajar como metáfora de un tiovivo llamado “Estupidez”. Supongo que los badenes habrán sido eliminados
y las rotondas no serán necesarias.
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