jueves, 30 de noviembre de 2017


Absolución


Tantas veces nos topamos con una novela hacia exteriores que cuando se nos presenta una con toques intimistas un cierto desasosiego se adhiere a nosotros. Este es el caso de la presente. Un protagonista llamado Lino cuyas querencias son tan impredecibles como impredecibles son los  temores que las desencadenan. Un perfil psicológico en el que el cambio de rumbo nos sitúa en una mente tan insegura que es incapaz de seguir una ruta por muy convincente que se presente a vueltas de un futuro inmediato. Una incansable sorpresa a la que no se habitúan quienes le quieren, odian e incluso protegen de sí mismo. Cientos de avatares van encauzando al protagonista a cumplir con un papel tan deseado por la mayoría sin darse cuenta de que él no es más que una veleta movida por los caprichos del infortunio. Herencias no recibidas que le anticipaban sueños a él y a su familia se ven relegadas a un puesto de trabajo tan anodino como anodinos son los compañeros que así lo aceptan. Huye del amor como si del amor se pudiese huir sin parecer un cobarde irredento. No hay explicaciones a su modo de actuar y solamente quien ha pasado por esas mismas experiencias consigue entenderlo. Saben que es fugitivo de sí mismo y que será poco probable que encuentre un remanso de paz más allá de la propia escapada. Lo saben y sabe que lo saben. Aún así, enmascarado entre la urgencia de un quehacer en nada urgente, consigue sobrevivir entre dos raíles que le sirven de modelo y guía. Fluctúa entre el arrepentimiento y la necesidad de guardar silencio, entre la certeza de haber actuado correctamente y la duda generada al no saberse enfrentar a los hechos. Como si la vida misma decidiese buscarle los límites que Lino consigue alargar, así se nos muestra esta introspectiva obra. Por un momento, algún reflejo de cercanos nos viene al poner rostro conocido y quién sabe si patéticamente semejante. Habría que situarse en la piel que Landero perfila para intentar sopesar si seríamos capaces de actuar de modo diferente. Pasan las páginas y entre ellas se vislumbra una penitencia que solamente necesita de una absolución. Si la consigue o no lo dejo para el lector que se sienta atraído por este argumento. Indiferente, desde luego, no va a quedar. De si al final se convierte en el clon del protagonista o rechaza abiertamente su modo de actuar dependerá del valor que como lector demuestre al interiorizar semejante mente. Seguridades en mitad de las incógnitas y preguntas con respuestas no creíbles jugarán caprichosas al concluir esta magnífica novela. Que cada quien decida por sí mismo si mereció la pena leerla. Yo ya lo hice y si de mí depende la absolución está concedida.      

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