jueves, 10 de enero de 2019


Ligar: cuestión de letras


Al hilo de lo comentado en anteriores ocasiones en cuanto a la exigencia de pulcritud ortográfica resulta que ayer la televisión vino a corroborar mi punto de vista. De todos es conocida la existencia de páginas cibernéticas que vienen a ejercer de celestinas actualizadas. Recordemos que hace años las agencias matrimoniales cubrieron huecos a relaciones que las distancias imposibilitaban o las timideces evitaban. Más de un caso conozco que gracias a ellas logró reverdecer amores o darles salida por primera vez. Tiempos pasados que ahora se manifiestan de otro modo pero hacia el mismo fin. Pues bien, ayer, en horario de máxima audiencia, alguna cadena televisiva se hacía eco de cómo el hecho de escribir correctamente o no proporcionaba o negaba crédito a los perfiles de los candidatos o candidatas dispuestos a encontrar pareja. En las respuestas, la mayoría afirmaba que un texto mal escrito, mal redactado, con faltas de ortografía, provocaba un descenso, cuando no la eliminación, como futurible al autor o autora de las mismas. Con ello se planteaba la existencia de un tamiz cercenador que muchas veces parece mostrarse ineficaz. Error, craso error. Sería comparable a pensar que aquel que se muestra poseedor de dos ojos está errado en el país de los tuertos. Por raro se le consideraría fuera de lugar hasta que alguien dedujese que era el válido. Sea por un motivo estético o por pura normativa, lo que parece evidente es que al final el telón se desvanece y la escena cobra vida. Si en una época en la que los correctores están al alcance de un clic no somos capaces de desequilibrar la balanza hacia la razón, la razón se acabará imponiendo y nos pillará por sorpresa. Personalmente, aunque cueste creerlo, de da lo mismo cómo escriba cada quién. Me da igual si quiere seguir la regla o no, siempre y cuando no deba someterlo a un control académico. Pero a modo de premonición me congratula saber que en situaciones de conquista amorosa, sí, vaya que sí, por supuesto que sí, se tiene en cuenta. De todos modos siempre habrá quien siga la consigna de Rafael Gómez Ortega, “El Gallo”, que cuando fue presentado a Ortega y Gasset le dijeron que era filósofo y sentenció su famoso Tié q’haber gente pa’tó”. Pues eso, siempre habrá un roto para un descosido y cada quien elegirá el hilo que mejor le acopla al pespunte necesario.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario