Ligar:
cuestión de letras
Al hilo de lo comentado en anteriores ocasiones en cuanto a la exigencia
de pulcritud ortográfica resulta que ayer la televisión vino a corroborar mi
punto de vista. De todos es conocida la existencia de páginas cibernéticas que
vienen a ejercer de celestinas actualizadas. Recordemos que hace años las
agencias matrimoniales cubrieron huecos a relaciones que las distancias
imposibilitaban o las timideces evitaban. Más de un caso conozco que gracias a
ellas logró reverdecer amores o darles salida por primera vez. Tiempos pasados
que ahora se manifiestan de otro modo pero hacia el mismo fin. Pues bien, ayer,
en horario de máxima audiencia, alguna cadena televisiva se hacía eco de cómo
el hecho de escribir correctamente o no proporcionaba o negaba crédito a los perfiles
de los candidatos o candidatas dispuestos a encontrar pareja. En las respuestas,
la mayoría afirmaba que un texto mal escrito, mal redactado, con faltas de ortografía,
provocaba un descenso, cuando no la eliminación, como futurible al autor o
autora de las mismas. Con ello se planteaba la existencia de un tamiz
cercenador que muchas veces parece mostrarse ineficaz. Error, craso error.
Sería comparable a pensar que aquel que se muestra poseedor de dos ojos está
errado en el país de los tuertos. Por raro se le consideraría fuera de lugar
hasta que alguien dedujese que era el válido. Sea por un motivo estético o por pura
normativa, lo que parece evidente es que al final el telón se desvanece y la
escena cobra vida. Si en una época en la que los correctores están al alcance
de un clic no somos capaces de desequilibrar la balanza hacia la razón, la
razón se acabará imponiendo y nos pillará por sorpresa. Personalmente, aunque
cueste creerlo, de da lo mismo cómo escriba cada quién. Me da igual si quiere
seguir la regla o no, siempre y cuando no deba someterlo a un control
académico. Pero a modo de premonición me congratula saber que en situaciones de
conquista amorosa, sí, vaya que sí, por supuesto que sí, se tiene en cuenta. De
todos modos siempre habrá quien siga la consigna de Rafael Gómez Ortega, “El
Gallo”, que cuando fue presentado a Ortega y Gasset le dijeron que era filósofo
y sentenció su famoso “Tié q’haber gente pa’tó”.
Pues eso, siempre habrá un roto para un descosido y cada quien elegirá el hilo
que mejor le acopla al pespunte necesario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario