La
muerte como espectáculo
Como
si del hecho mismo dela muerte se precisara extraer el argumento de cualquier
guion, así, de cuando en cuando, reaparece el capítulo siguiente. Solo se necesitará añadir a la luctuosidad del mismo algún aditivo más para que la fibra
sensible renazca y tras ella la vorágine solidaria cargada de pesares. Todos hemos pasado por situaciones más o
menos dolorosas y sabemos de qué estamos hablando. Lo sabemos nosotros y lo
saben las empresas que disfrazando sus plumas córvidas intentan mostrarse como
albas aves solidarizándose en las condolencias. Muestran por aquí y por allá
los más ,mínimos detalles nacidos del morbo para dar credibilidad a las horas
convenientemente rellenadas de audiencias. Alimentan las curiosidades con las
vísceras de las minucias detalladas para simular el máximo dolor que en nada es
creíble. Viven del share del instante y poco importa el modo empleado en
conseguirlo. Son aquellas que utilizan voces, rostros y firmas conocidas para
dar salida al primer acto de una obra trágica cuyo fin sabemos . De nada sirve
aparentar lo que no es fiable. Quieren captar la atención a costa de lo que sea
y siempre recordarán aquella primera ocasión en la que se dedicó un teatro al
completo a la exhibición pública del dolor de unas familias. Las hijas
secuestradas, torturadas, asesinadas, se consideraron actrices secundarias ante
el protagonismo de los padres y madres que se vieron inmersos en semejante desvergüenza.
Y allí empezó todo y así continúa. A
partir de aquí, a modo de goteo, los innumerables detalles seguirán apareciendo
para dar continuidad la a la ubre de la que extraer los calostros del impudor
mediático. De cada quien dependerá seguir siendo partícipe de todo ello
intentando que no se le note demasiado la curiosidad vestida de compasión que
viste. El espectáculo estará servido una vez más y se dará validez al lema
aquel que preconizaba comer detritos. Cien mil millones de moscas no podían
estar equivocadas, apuntaba como corolario del mismo.
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