sábado, 5 de enero de 2019


1. María Jesús M.



Reconozco y asumo la inquietud que me viene cuando saco punta al lápiz con el que trazar su boceto. No lo puedo evitar y confío en que el golpe de salida dé salida al juego que sobre el verde buscará los hoyos de la mirada tantas jornadas compartida a la hora habitual en el refectorio de costumbre.  Ella, a nada que te descuides, lanzará un drive directo cargado de agudeza para comprobar si la distancia entre la ironía y el sarcasmo se acortan debidamente. Esparcirá sobre la cara orientada al Este sus razonamientos y no será de las que se dejen convencer fácilmente por las objeciones opuestas a ellos. Llegado el caso, sacará de sí misma el putt correcto a las distancias cortas y elevará por encima de tu horizonte la mirada desafiante y vencedora. Reclamará los hierros adecuados con los que ejecutar un nuevo  approach y seguir sorteando los inconvenientes que le puedan surgir en su devenir diario. Sabe que el destino suele enviar retos a quien puede superarlos y ella acumula suficiente currículo como para no dejarse amilanar por ellos. Su golpe de seguridad lo diseña moviendo convenientemente los aros que forman en cuarteto y esperan que decida dónde colocar el quinto para coronarla como sacerdotisa del Olimpo. No hay prisa. Llegará el momento cuando ella lo decida y el chip le garantice la huída del bunker traicionero. Marcó su ritmo y no será fácil detenerla cuando encare sus objetivos. Y cuando las ramas no podadas del futuro le intenten obstaculizar la visión diáfana del mismo, ejecutará un punch que descolocará a las mismísimas raíces que las sustentaban. Saldrá de la espesura volatilizando sus dorados pensamientos y reafirmará su vuelo con un flop lo suficientemente alto como para alcanzar sus sueños. No en balde vino en la noche en la que los sueños se cumplen y de ello hace gala. Será capaz de desarmar las posturas que busquen vericuetos y no sepan ir al grano. Vivirá en el presente los ayeres que tantas fisuras dejaron y tantas sonrisas le regresan. Sacará de su ánimo a la eterna adolescente que fue capaz de realizar la instrucción militar obedeciendo las órdenes que solamente el cariño es capaz de ejecutar. Velará los recuerdos de la desmemoria para que quede constancia de que su penúltimo recorrido supuso un par lo suficientemente bueno como para celebrarlo cada cinco de enero y hacernos partícipes de su alegría. Y todo esto lo hará mientras duda de mí cuando le digo “deja, deja, que ya lo quito yo y de paso repongo el agua en la nespresso, que siempre me toca a mí“        

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