sábado, 19 de enero de 2019


Huérfanos de Krahe

Hay momentos en la vida en los que la vida te sobrepasa, te envuelve en calendarios y sin enterarte te arrastra.  De hecho, de cuando en cuando, como si quisieras regresar al ayer, recuperas estribillos que te regresan a aquellas fechas cargadas de risas y múltiples anécdotas. Y cuando la fortuna se apiada de ti te pone en bandeja la oportunidad de redimirte con el olvido. Abres los ojos y encuentras  un nombre que te resulta sumamente atractivo. Huérfanos de Krahe. Suena genial y empiezas a averiguar de qué va el tema. Y entonces te aparecen tres elementos a modo de mosqueteros llamados Javier López de Guereña, Andreas Pritwittz y Fernando Anguita que decidieron dar continuidad a la obra de aquel insigne trovador irreverente llamado Javier Krahe.  Y tú, que todavía tarareas de cuando en cuando aquellas letras, que todavía analizas la rima de las mismas, que todavía paladeas el valor de la sátira, aplaudes y agradeces al destino la oportunidad que te brinda de volver a disfrutar.  De modo que te añades a la lista de admiradores del finado y acudes a verlos, a escucharlos, a tararearlos. A tu alrededor, a nada que mires, observarás a otros tantos huérfanos añadidos a modo de coro.  Te dejas llevar y entre flauta, saxofón, contrabajo, clarinete, guitarra y cervezas crees estar presenciando la resurrección de aquel modo de hacer música.  Miras hacia un lado y los labios de los presentes se visten de coro. Miras hacia el otro lado  y  compruebas que las juventudes pasaron pero el espíritu permanece. Brindas por la fortuna de haber sido testigo de una época y de un modo de hacer música basada en la inteligencia que allí mismo, a dos metros de ti, reaparece.  Compruebas cómo este trío de acompañantes que en vida tuvo siguen fieles al modo de hacer de aquel ácrata enjuto y quevediano.  Las risas se alternan con los estribillos y el orfanato carece del luto que suele lucir toda pérdida.  Ya da lo mismo si aquella canción no tiene su momento o aquella otra pernocta silenciosa. Da lo mismo porque lo auténtico se ha hecho realidad sin añadidos ni alharacas poco creíbles. La simbiosis mira de frente y por un momento recuperas la esperanza. Nada está perdido y estos tres juglares acaban de dejarlo claro. Se te hace corta la hora y media. Tan corta como suele hacerse la fortuna cuando la estás disfrutando.  Simplemente sabes que cuando alguien intente dar el pésame a la orfandad estará cometiendo el error de no dárselo a sí mismo al no haber tenido tu suerte. Lo suyo será que ponga remedio a no tardar. Probablemente por allí nos volvamos a ver y seguro que agradece haber asistido. Avisado  está.    

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