miércoles, 23 de enero de 2019


La hermana falsa



Debería concluir aquí el comentario sobre este libro y sobrarían palabras. Indudablemente parto de la ventaja de tener dos y no ser ninguna de ellas falsa. Así que, por darle algo de cuerpo a la incomprensión lectora que me atenaza, enlazaré como pueda algo que pueda alegarse en mi contra. Leyendo la sinopsis aparece la típica historia de réplica intergeneracional en la que se repiten situaciones. Por lo visto alguien huyó de una guerra y se situó en algún lugar donde tuvo amores. Amores que fructificaron a espaldas de la pareja abandonada y que con el paso del tiempo se manifiestan en….Nada, ya me he perdido de nuevo. Ni sé de qué hablo ni a qué me refiero. Es como si una nube amnésica hubiese liofilizado mis meninges y me estuviese sellando el pasaporte al frenopático de guardia más próximo. Y lo peor de todo es que la culpa de la elección nació en mí y en mí muere. No se puede ir con prisas a elegir un libro y encima dejarte las imperiosas lentes lejos de tu alcance. Relees a duras penas  el título, asomas las dioptrías a la foto del autor y decides enfrascarte en el reto. Con suerte descubrirás algo que a otros habrá seducido, seguro. Con suerte, pasarás a ser uno más de los afortunados degustadores de tal néctar literario. Con suerte, acabarás escribiendo tu opinión y la compartirás desde el aplauso. Pues poco tardas en abrirle las puertas a la decepción. No solo es falsa la hermana, sino que lo es el tema en sí mismo. Ya te da igual si es el tercer tomo de la trilogía. Te resbala que haya habido una guerra o no. Te importa un pepino si el puerto sigue recibiendo barcos de pesca o yates millonarios. Ni pies, ni cabeza. Te has equivocado y punto. No me cabe duda que Miklos intentó componer una epopeya al desgarro que toda separación acarrea. Sobre todo cuando tiene como origen un conflicto armado. Pero intentar convertir un éxodo en una obra reflexiva de contradicciones  expuestas de modo supuestamente poético ya sobrepasa el exceso de toda originalidad. Sea como fuere, esta tarde, volveré a pasar por el establecimiento donde la adquirí. No para reclamar nada, no; sino más bien para no negarle la opción al siguiente lector que se sienta tentado de hacerla suya. Evitaré reseñar en sus páginas inmaculadas lo que aquí transcribo. No sería justo condicionar a nadie que desconozca este reducto desde el que opino. De cualquier modo, que nadie olvide que las lecturas siempre tienen a algún lector que las hace suyas. En este caso, no fui yo uno de los elegidos. Seguiremos probando, seguiremos leyendo.

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