1. Ana L.
Te enfrentas a ella y observas cómo la tensión le aparece, las
incógnitas se le adhieren y las premuras piden paso. De poco servirá ralentizar
el discurrir de los minutos, revestirlos de chanzas o intentar desdramatizar lo
que para ella supone un abismo insalvable. Vive sus escasos años desde la
envoltura de la extrema exigencia que a
sí misma se impone sin relajamiento aceptable. Tensa las falanges de sus manos
a modo de soldados dispuestos a combatir a un enemigo llamado fracaso. Enemigo
que por otra parte sabe sobradamente de su inexistencia. Abre sus enormes ojos
y desde las pupilas traza las impensables opciones que el temor le chiva. Y
después de todo esto, una vez recuperada la travesía, reemprende el viaje. Un
viaje que la embarca directamente a lomos de la sapiencia. Prestará atención al
tiempo que recupera para sí la melodía que quedó suspendida a la espera de una
conclusión correcta. Valorará la ironía como si de ella fuese capaz de licuar
las esencias mismas de las fábulas prosopopéyicas. Callará para sí las
valoraciones que pudieran merecer aquellos que confunden chanza con éxito.
Pulirá los márgenes con la milimétrica proporción que delineen sus puntas
coloridas. Vive deprisa sin pararse a meditar qué cantidad de peligros oculta
la premura innecesaria. Se sorprenderá al comprobar cómo el simple tránsito del
interior a la costa le abre un espectro al
horizonte de su futuro en marcha. Llorará sin motivo alguno ante la impotencia
del autocontrol y poco a poco acabará entendiendo la importancia de lo
importante. Ha mamado de los mostos manchegos
un modo de hacer, de sentir, de actuar que le otorgan credenciales de verdad. Probablemente
analice con cautela las formas y el fondo de todo cuanto la rodea para
descubrir en ello el inicio que tantas
veces se suele pasar por alto. Ha nacido para ser el punto equilibrador de su
propia balanza y solamente será cuestión de tiempo que acabe asumiéndolo.
Mientras ese momento llega, haceos a un lado, dejad que se acerque y prestadle
atención si os mira de un modo tan inquisitorio como acostumbra. Algo que se te
había escapado le ha llamado la atención y será mejor que estés preparado para
no vacilar en las respuestas. Lo que no la convence no tiene cabida por más que
intentos que quiera aportarse. La caducidad que todavía ignora se traducirá en
tiempo pasado cuando conjugue risueña el ayer que se le escapa. Habrá merecido
la pena, pensará. Y seguramente dará por válido todo este compendio de trazos
que a modo de boceto ha querido aparecer para hacerse leer. Habrá que esperar, por
mucho esfuerzo que le suponga, mientras la sonrisa consiga salir vencedora tras
un duelo fugaz.
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