miércoles, 16 de enero de 2019


1. Jesús C.
Hay veces en la vida en las que la vida misma te saca una copia de ti mismo y tardas en reconocerte en ella. Posiblemente ha tardado más de lo recomendable y el recuerdo de lo que fuiste se ha difuminado. Y en esa neblina que creías alejarse, de nuevo, como de sopetón, regresa a ti. Y lo hace copiando incluso tu nombre. Y demostrando una querencia que te retrotrae hacia aquellas lecturas que antaño fueron compañeras de viaje. Ves que sin previo aviso se ha manifestado y frente a ti se renueva la esperanza. Así, creedme, es Jesús. Un tipo capaz de pasar como de puntillas sobre las modas que a nada más allá que la caducidad conducen. Un tipo que rumiará para sí la incomprensión que tantas y tantas veces se adhiere a las dermis de los sensibles para atenazarlos con interrogantes. Un tipo que hará coro con los desvalidos a quienes tomará como compañeros de ludos en la medida justa que determinen los treinta minutos de asueto. Será quien observe para ver más allá de lo que las pupilas muestren. Quien argumente desde los pilares sólidos de su sapiencia para dejarte en el ridículo más cruel que existe por nacer de tu misma metedura de pata. Y lo hará como dolido por haberte sido capaz de enarbolar semejante bandera que te tiñe de estupidez. Dominará la ironía para hacer del sarcasmo un colchón sobre el que dejar caer las vainas de las balas soberbias que le dirijan. Vive en la paranoia envidiable de las letras las realidades que realmente merecen la pena para extraer de ellas las enseñanzas apetecibles. Llevará de encima cualquier sobretodo que insista en protegerlo del frío por saberse señor y dueño de los grados de la sabiduría. Caminará a años luz de aquellos que persiguen en la inmediatez la recompensa momentánea. Él, mi admirado Jesús, se perpetúa en el Nirvana de lo excelso sin demostrarse soberbia para evitar envidias. No gastará las pupilas neciamente; las invertirá en el mejor de los negocios existentes para que su rendimiento sea fructífero y de sentido inverso al que esperabas. Será aquel humanista que se mueva en los calendarios para dejar constancia de la permanencia de lo auténtico. Las letras recluirán a las cifras por considerarlas frías testigos de realidades que en nada le interesan. Sabrás que la fortuna te ha elegido al otorgarte la oportunidad de compartir su tiempo. Y todo ello no impedirá que se te niegue el arrepentimiento por no haber sido capaz de entenderlo en alguna ocasión en la que sus postulados los consideraste fuera de lugar. Erraste y en ese mismo reconocimiento acarreas la penitencia. Si alguna vez alguien diseñó el concepto de academia, estoy plenamente convencido que soñó con alumnos como él. Soy un afortunado, lo reconozco, y me congratulo con ello.   

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