1. Jesús C.
Hay veces en la vida en las que la vida misma te
saca una copia de ti mismo y tardas en reconocerte en ella. Posiblemente ha
tardado más de lo recomendable y el recuerdo de lo que fuiste se ha difuminado.
Y en esa neblina que creías alejarse, de nuevo, como de sopetón, regresa a ti.
Y lo hace copiando incluso tu nombre. Y demostrando una querencia que te
retrotrae hacia aquellas lecturas que antaño fueron compañeras de viaje. Ves
que sin previo aviso se ha manifestado y frente a ti se renueva la esperanza.
Así, creedme, es Jesús. Un tipo capaz de pasar como de puntillas sobre las
modas que a nada más allá que la caducidad conducen. Un tipo que rumiará para
sí la incomprensión que tantas y tantas veces se adhiere a las dermis de los sensibles
para atenazarlos con interrogantes. Un tipo que hará coro con los desvalidos a
quienes tomará como compañeros de ludos en la medida justa que determinen los
treinta minutos de asueto. Será quien observe para ver más allá de lo que las
pupilas muestren. Quien argumente desde los pilares sólidos de su sapiencia
para dejarte en el ridículo más cruel que existe por nacer de tu misma metedura
de pata. Y lo hará como dolido por haberte sido capaz de enarbolar semejante
bandera que te tiñe de estupidez. Dominará la ironía para hacer del sarcasmo un
colchón sobre el que dejar caer las vainas de las balas soberbias que le
dirijan. Vive en la paranoia envidiable de las letras las realidades que
realmente merecen la pena para extraer de ellas las enseñanzas apetecibles.
Llevará de encima cualquier sobretodo que insista en protegerlo del frío por
saberse señor y dueño de los grados de la sabiduría. Caminará a años luz de aquellos
que persiguen en la inmediatez la recompensa momentánea. Él, mi admirado Jesús,
se perpetúa en el Nirvana de lo excelso sin demostrarse soberbia para evitar
envidias. No gastará las pupilas neciamente; las invertirá en el mejor de los
negocios existentes para que su rendimiento sea fructífero y de sentido inverso
al que esperabas. Será aquel humanista que se mueva en los calendarios para dejar
constancia de la permanencia de lo auténtico. Las letras recluirán a las cifras
por considerarlas frías testigos de realidades que en nada le interesan. Sabrás
que la fortuna te ha elegido al otorgarte la oportunidad de compartir su tiempo.
Y todo ello no impedirá que se te niegue el arrepentimiento por no haber sido
capaz de entenderlo en alguna ocasión en la que sus postulados los consideraste
fuera de lugar. Erraste y en ese mismo reconocimiento acarreas la penitencia. Si
alguna vez alguien diseñó el concepto de academia, estoy plenamente convencido
que soñó con alumnos como él. Soy un afortunado, lo reconozco, y me congratulo
con ello.
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