Amor mío:
“¿Cómo conseguir plasmar en la voz callada del papel todo
aquello que mi corazón grita entre las grietas del silencio que nos separa?
¿Cómo no pensar que sonarán a falsas las verdades que nacen del rojo de mi
sangre que te pertenece y que en contadas ocasiones he sabido hacerte llegar?
¿Te quiero? No, no te quiero, te amo. Sería escaso e indecente decir que te
quiero, cuando el aire que respiro es el que viene de ti y los grises que
cubren mis sueños son los que manan de tu ausencia. Claro que no te quiero, te
amo. No se puede querer cuando tu vida no te pertenece, y la mía, hace tiempo
que la rendí a ti sin más batalla ni contienda que dejarme mecer en las olas
generosas que me legaban salinas de tus labios. Junto a ti he conocido el
significado de la mitad que nos es robada cuando vaga difusa en busca de su
dueña. Tú, amor mío, tú, has conseguido guiar mis errantes pasos en la
oscuridad orientándome con la luz de tus ojos. Tú, mi amor, sí, tú, has logrado
desenmarañar ese nudo de dudas que el desamor trenzó en la desesperanza y la
negritud de la dicha robada. Tú, mi amor, mi eterno amor, has logrado que mis
noches sean vísperas de dichas y mis días gozos perdurables en el calendario de
la felicidad. Enmarco la felicidad entre vaivenes de dudas por si mis palabras
han perdido fuerza ante mis
sentimientos. Por si el azoramiento del gozo enamorado ha resuelto en escasas
vocablos la vorágine de sensaciones. Mas sólo tú sabes que en ti, mi amor, he
tatuado los poemas propios y ajenos que te buscaron y que gracias a ti, tienen
sentido. Que en deuda con el destino me siento, porque gracias a ti, sí, mi
amor, gracias a ti, alcancé la dicha que se sigue sumando. Que en cada surco de
la piel que la vida ha trazado, en cada plata que busca coronar mis pensamientos, en cada nueva primavera que nos
queda por compartir, tu nombre se abrirá paso mientras éste que te ama, éste
deudor de su propia felicidad para contigo, sigue escribiendo los silencios que
sólo el amor que siente por ti, amor mío, sabe rubricar con la alegría de ser
tuyo.
Hoy y siempre, te amo”
Y en ese
momento, el escribidor con pluma propia de sentimientos ajenos, se despidió del
manuscrito mientras recibía como pago, las míseras monedas que le
proporcionaban su diario sustento.
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