Sé
Desde la incertidumbre que me lleva de la mano, sé que las
distancias se acortan cuando los momentos de soledad nos acompañan. Que las
noches en vela tienden mantos compasivos ante nuestros desvelos procurándonos
las luminosas huellas que convergen en nosotros. Nosotros, sí, navegantes
perdidos en las estelas que el firmamento diseñase a su antojo sin previsión
alguna diferente al encuentro fugaz. Surcamos los vientos en pos de la recompensa
que ambos soñamos obtener en los barloventos caprichosos del azar. Y en esa
injusta travesía, las corrientes del deseo campan a lomos de la impunidad que
reviste el verdugo como reloj sextante de rumbos inciertos. Sé que el timón
acaricia los verdes sabiéndote en ellos mecida, soñada, dormida. Y surca los
bajíos de tu piel con la infantil ilusión de tatuar mi nombre en lo indeleble.
Sé, quiero saber y sé, que las estaciones se visten de ti con los mil colores
que el arco de lluvia ofrece a la dicha, cuando en los prismas de tu rostro, la
luz de mi mirada se siente acogida. Sé que los caprichos existen desde el momento mismo en el que los naipes de
la fortuna de sabernos salieron a la luz y quedaron en ella. Nada ha sido diferente
a lo esperado desde los oráculos que las riberas lanzaron sobre nosotros. Las
marchitas hojas reverdecieron y en ellas libaron las alegrías como sólo sabe
hacerlo la recompensa soñada. Sé que sabemos cuan escueto es el momento por
amplio que sea al hacerse exigua la dicha del tenernos. Hemos citado a la
posteridad para que siembre por nosotros las semillas de la pasión que sabíamos
extinta. Nacieron los recuerdos dormidos para cambiar de máscara a las
decepciones acunadas en las almohadas de la decepción. Por eso sé, sabemos, que
da lo mismo que el mañana no venga. No es necesario, porque sólo el presente
tiene validez. El hoy y el ahora se han adueñado del aprisco al que enviamos los
inconformismos para recluirlos lejos de la alegría que nos nace. Sé que sabes
que sé de los designios ininteligibles que ante nosotros se han manifestado
como pruebas evidentes del sentido único a seguir. Sabes que nada puede
aseverar al incierto transcurrir de sus designios. Pero sobre todo sabes que si
en algún momento, se izasen las banderas blancas declarando la derrota, nada
volvería a ser merecedor de la risa que nos fluye nerviosa al encontrarnos. Sabes
que una capa negra cerraría los futuros y que bajo ella, cada vez que
levantásemos uno de sus flancos, volveríamos a sonreír con todo lo que pudimos
tener y tuvimos. Lo sé.
Jesús(defrijan)
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