Chedes
Fluye entre las penumbras del Tajo que a su paso discurre
taconeando meandros de leyendas. El hábito con el que se cubre raya de cárdenos
a los albos que le dan cobijo y de ello hace gala con la elegancia que sólo se
adquiere desde la barrera del triunfo. En ella, el mantón de chulapa que la
acunó lucirá a los soles lo que los sones acompañen en el paseíllo ventero que
templará los nervios de aquellos que se le acerquen desmonterándose galantes.
Ella rezuma los ritmos que la Bisagra gozna al lirismo de su porte. Cicerona de
las cuestas que allanan cabizbajas sus reverencias ante la renacida imagen de
Isabel, que tantos desvelos, trajese al poeta. La Vega la corea mientras el
balcón reclama presencias y los inciensos catedralicios se esparcen entre las
brumas de la tarde. Ama del cigarral de los ayeres que en ella cobran vida
mientras desnuda las almas al sueño de lo inimaginable. Musa del pintor venido
de Ítaca ante la que los ángeles extenderían sus alas a modo de armiño para
embellecer a los azules del firmamento. Traza una línea invisible entre la
elegancia y el poderío que sólo se aprende en los linajes del estilo. Y ella,
usando el capote de su sonrisa, es capaz de lidiar desde los medios del
albero al morlaco que ansía empitonarla.
Vano empeño. Mide las distancias con el toreo de salón que el Manzanares indica
al vaivén de sus manos. De haber sido elegida por las culturas, hubiese sido
harto imposible la convivencia pacífica. Turbantes, cruces, talmudes,
disputarían su posesión sin darse cuenta de la imposibilidad de la misma. Vive
para el viento y el viento la acuna entre las cafeínas que pulsan a las harinas
la querencia de sus labios. Campea a las armaduras como sólo la dama es capaz
de hacer desde el momento en que coloca su pañuelo en la lanza a punto del
torneo en su honor. Esta que es incapaz de ocultar tras sus luminosos
cristales la timidez que atesora, será
capaz de envolveros en la magia que sólo a las piedras que nacieron para
perdurar, otorgarán permiso. Vestíos de cruzados si llegáis a ella y procurad
que los favores de su compañía os sean otorgados. Conquistaréis el Jerusalén
que tantas sangres derramó y que en esta ocasión, se vestirá de gozo. Ya los
traductores se encargarán de triplicar las desventuras que os acontezcan cuando
os deje por no ser merecedores de su compañía. Mientras tanto, dejaos mecer,
porque sólo así, se mecen las leyendas que el Tajo concede.
Jesús(defrijan)
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