Mari Carmen Luján
En ti queda patente el escaso hueco que merece la compasión de
los próximos conocidos o desconocidos distantes. Podría decirse que nada más
acercarte, un halo de pundonor invade el aura que te envuelve exhibiendo la
pancarta no escrita del valor. Rechazas desde la fortaleza, que te reconoce
suya, cualquier postulado que incluya la inferioridad que a todas luces no va
contigo. Hoy, cuando todos los postulados de los biempensantes intentan abanderar derechos que no defienden,
tu imagen deja bien a las claras la firmeza de tus decisiones. Sé cuan difícil
ha sido el giro que diste para evitar hastíos. Y no porque en ese camino el
guía del abandono marcase tu ruta, sino más bien, porque sabías de la aflicción
que provocaría en aquellos que sin merecerlo, se sienten deudores tuyos. La justicia
de tus actos solo es comparable con el tesón que demuestras hacia la
consecución de las metas, para otros más sencillas. Eres capaz de apostar por
los versos y recitarlos a voz alzada reconociendo en los aplausos la valía de
tal acto que los demás admiran. Eres capaz de mirar al frente como solo las
valientes consiguen hacerlo, con orgullo por tus logros, con la solvencia de tu
carácter, con la impronta de tu fortaleza. Y mientras, el atuendo festivo te
viste de carnavales para participar de la risa conjunta. Porque sí, de eso se
trata, de conseguir lanzar a los vientos la risa como escudo ante aquellos que
te niegan lo merecido. Debieron ser el
mar, el cielo y la colina las que al ofrecerse como cuna de tu fuente diseñasen
tu camino entre los verdes que la ladera acaricia al compás de las higueras, de
los olivos, de las eras. No cabe duda de que acertaron al apostar por ti,
porque supieron distinguir en ti lo que a otros se les escapa. Y así, cuando
las pólvoras renacen, lo hacen a sabiendas de tu proximidad a las flores a las
que rendirás pleitesía circundando a la Plaza. Por eso, amiga mía, me
congratulo al saberte firme y consciente de tu devenir. Sólo espero que a la
cita de los versos no faltes, porque si careciesen de ti, perderían la rima que
nace del orgullo en la consonante estrofa del valor patente. Las golondrinas
están regresando para tender en los aleros sus tiznes albinegros a los trinos
estivales. En ellos, fíjate, escucha, atiende, un hilo de risueña admiración te
van dedicando.
Jesús(defrijan)
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