Cada vez que soplo las velas
Cada vez que soplo las velas, al compás de las volutas, las
incógnitas aparecen y las respuestas se agolpan en riguroso turno. Ciclo que
cierra estaciones y abre esperanzas a ser lo que el destino decida desde el
lado optimista que la vida tantas veces oculta. Y así el retrovisor prende un cordón
umbilical entre aquel al que aún
reconozco y éste que se me presenta ante el espejo. Y en el yermo campo que
ayer poblaron espigas, hoy, los surcos de las arrugas esperan la siembra
oportuna que intente fructificarse en
alegrías al abrigo de la cosecha soñada. Escasea la luz de la mirada a la par
que se torna más selectiva en la localización de la ruta a seguir. He ganado la
paz a costa del ímpetu y en ella el solaz se acomoda como compañero de viaje.
Siguen llegando ante el júbilo de la celebración aquellos y aquellas a los que quise,
aquellas y aquellos a los que quiero, aquellas y aquellos a los que aún no se
lo he podido demostrar. Y en ese instante, es cuando me reconforto y la duda
queda resuelta. Como diría el poeta, pido la paz y la palabra procurando que el
acierto en la primera consiga el destino de la segunda. Siempre habrá un gesto
al que poner rostro, una lágrima a la que prestar consuelo, una piel a la que
abrazar si el frío del desánimo le llega. Así que cuando el balance de un nuevo
calendario se decantaría por el duelo de lo perdido, quiero compensarlo con las
pesas de lo por venir en la esperanza de que pronto llegará. No hemos nacido,
por más que se empeñen en contradecirnos, para vivir en el pesimismo, ni en el
desconsuelo, ni en la inquina, ni en el odio. Hemos nacido para ser felices y
sobre todo para hacer felices a quienes nos rodean, quieren, miman. No como
acto caritativo, sino más bien como justa recompensa hacia nosotros mismos. Ahí
estará el auténtico colofón festivo que inundará la piñata de la celebración.
Eso sí, el bastón con la que desmontaré, os aseguro que no acarreará rasguños,
ni trazará cicatrices, ni tiznará de negro a las incógnitas. Sé que la ladera
que ayer se presentaba como cuesta retadora hoy se ofrece como descenso en el
que los pies tendrán que aferrarse para no resbalar hasta llegar a la base de
la existencia. Por eso, una vez más, un año más, talo los sectores imaginarios
de la tarta a compartir y en cada uno de ellos desposito la esperanza de haber cubierto un nuevo ciclo
desde las volutas que han surgido nada más apagar las velas que iluminaron mi
vida.
Jesús(defrijan)
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