martes, 4 de marzo de 2014


Cada vez que soplo las velas

Cada vez que soplo las velas, al compás de las volutas, las incógnitas aparecen y las respuestas se agolpan en riguroso turno. Ciclo que cierra estaciones y abre esperanzas a ser lo que el destino decida desde el lado optimista que la vida tantas veces oculta. Y así el retrovisor prende un cordón umbilical entre  aquel al que aún reconozco y éste que se me presenta ante el espejo. Y en el yermo campo que ayer poblaron espigas, hoy, los surcos de las arrugas esperan la siembra oportuna que intente fructificarse  en alegrías al abrigo de la cosecha soñada. Escasea la luz de la mirada a la par que se torna más selectiva en la localización de la ruta a seguir. He ganado la paz a costa del ímpetu y en ella el solaz se acomoda como compañero de viaje. Siguen llegando ante el júbilo de la celebración aquellos y aquellas a los que quise, aquellas y aquellos a los que quiero, aquellas y aquellos a los que aún no se lo he podido demostrar. Y en ese instante, es cuando me reconforto y la duda queda resuelta. Como diría el poeta, pido la paz y la palabra procurando que el acierto en la primera consiga el destino de la segunda. Siempre habrá un gesto al que poner rostro, una lágrima a la que prestar consuelo, una piel a la que abrazar si el frío del desánimo le llega. Así que cuando el balance de un nuevo calendario se decantaría por el duelo de lo perdido, quiero compensarlo con las pesas de lo por venir en la esperanza de que pronto llegará. No hemos nacido, por más que se empeñen en contradecirnos, para vivir en el pesimismo, ni en el desconsuelo, ni en la inquina, ni en el odio. Hemos nacido para ser felices y sobre todo para hacer felices a quienes nos rodean, quieren, miman. No como acto caritativo, sino más bien como justa recompensa hacia nosotros mismos. Ahí estará el auténtico colofón festivo que inundará la piñata de la celebración. Eso sí, el bastón con la que desmontaré, os aseguro que no acarreará rasguños, ni trazará cicatrices, ni tiznará de negro a las incógnitas. Sé que la ladera que ayer se presentaba como cuesta retadora hoy se ofrece como descenso en el que los pies tendrán que aferrarse para no resbalar hasta llegar a la base de la existencia. Por eso, una vez más, un año más, talo los sectores imaginarios de la tarta a compartir y en cada uno de ellos desposito  la esperanza de haber cubierto un nuevo ciclo desde las volutas que han surgido nada más apagar las velas que iluminaron mi vida.

 

Jesús(defrijan)

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