domingo, 23 de marzo de 2014


Don Adolfo Suárez

Ahora que las coronas empiezan a formar arcos que pespuntarán moradas dedicatorias; ahora que los ternos oscuros comenzarán a enfilarse en el turno de las condolencias; ahora que las hipocresías de los traidores plañirán por usted, ahora, don Adolfo, hago un hueco a mi memoria para situarme en el ayer que gracias a usted nos trajo hasta el hoy. Aquellos inacabables debates en los que parapetado tras sus ducados especial  soportó todo tipo de improperios siguen presentes como muestra de lo que la dignidad es. Usted, prestidigitador e tendencias, supo conciliar lo que parecía irreconciliable para legarnos un presente de convivencias en las que fundir opciones. Las deslealtades por las que tuvo que transitar hubiesen minado a cualquiera mucho antes que a usted y sin embargo ahí se mantuvo. El perfil de la honradez que se peinaba con corte a navaja, el terno que el chaleco protector completaba a modo de coraza salvavidas, el ritmo en la exposición de sus promesas, todo forma ya parte de nuestro bautizo a la democracia. Y por más que hoy se empeñen algunos en virara a postulados de ordeno y mando, nada podrán volvernos atrás. Nadie mejor que usted supo digerir el empacho que supone la mayoría absoluta. No la usó como rodillo silenciador a modo y manera de la actualidad, sino más bien, supo usarla como alfombra por la que transitar a la entente que daría sentido a la convivencia. Sólo usted se llevará al más allá los sinsabores que la elegancia sabe guardar de la vista hiriente. El precio que pagó ha sido especialmente cruel cuando la cicuta del mal se instaló en sus sangres. Puede que ahí empezase, a modo de borrador, su camino hacia el olvido. Nada más doliente para un esposo o padre. La vida plantea unos interrogantes que en multitud de ocasiones no aportan soluciones a las que acogerse por más que las soñemos escrutables. Por eso, don Adolfo, estoy convencido de que cuando traspase la última puerta, cuando de nuevo vuelva a encender el pitillo que tantas angustias compartió, la memoria de los desmemoriados voluntarios volverá a fustigarles la vergüenza de haber sido, de seguir siendo, y ojalá dejen de ser, indignos sucesores de quien en aquellos años de funambulismo político fue capaz de prometer un camino hacia la democracia, que ellos están llenado de baches. He ahí la diferencia. Usted cumplió y así se le recordará. Estos mintieron y ojalá así se les recuerde. Buen viaje, don Adolfo, y gracias.

Jesús(defrijan)

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