Pepa
En ella se aúnan las virtudes que sólo los avezados son
capaces de distinguir entre el marasmo de las medianías. Se erige como vestal
del templo que en la colina diseñasen los
hados como casa refugio de vientos y tempestades. Allí será capaz de armonizar
los compases de la cítara en la que las notas saldrán alegres a la búsqueda de
las sirenas merecedoras de las mismas. Bajo los pliegues de su túnica la
generosidad se hace un hueco tan inmenso que los rincones del egoísmo perecen
de abandono. Se sabe pilar sustentador del enjambre en el que las laboriosas
rayadas de negros y amarillos pugnarán por ser elegidas a la hora del néctar.
Ella, reina absoluta, tendrá especial cuidado en no desairar a las infelices
abejas que se sueñan predilectas y conviven entre la esperanza de serlo y el
desasosiego del no. Fluye a los versos mientras sentencia por otros lo que
dicta el estrado de la caridad y el buen hacer. Y mientras, las lisonjas
venidas de ultramar compiten con las cercanas en la disputa de sus favores.
Vive en el reclinatorio postrado ante los altares del sentir y del deber y a él
se ofrece como inmaculada mota de polen cada vez que permite el paso a los
vientos por la cercanía de su rostro. Se sabe querida y en esa certeza tiende
futuros sobre los que acunar caricias y amamantar alegrías. Nació para la
entrega y sabe que su más allá viene a responder lo que se plantea como duda irresoluble.
Podría permanecer en la orilla del río a la espera de ver pasar a la hoja caída
del chopo ribereño para salir en su auxilio y librarla del incierto final.
Cuida de las embestidas como sólo quien ha cruzado el laberinto del Minotauro
es capaz de cuidar, sabiendo que el hilo desmadejado tuvo un cabo de inicio al
que sujetarse para llegar al final. Mística franciscana que tiñe de empatías el amor por
las criaturas a las que protege y mima como el esmero promulga. Constituye el
diseño liberal que los tanguillos auspiciaron como reveladores rebeldes de derechos
exigibles. Si sois capaces de cruzaros en su camino, tened la certeza de que en
su pecho, a modo de decálogo divino, leeréis, lealtad. No en balde, las
estrellas afirman que Miguel Ángel sigue arrepintiéndose de no haberla tallado
aquella vez que la soñó y la dejó pasar.
Jesús(defrijan)
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