Bianca
Sabe esquinarse bajo el letrero de tonos verdes como sólo el
pudor de hacerse notar sería capaz de desplegar permitiendo el paso. Receptora
de esperanzas sobre las que clava su mirada a modo de sonrisa complaciente ante
futuros inciertos que a ella se encomiendan. Y en ellos, los dígitos cobran
vida sobre su pecho prometiendo sueños que los sueños diseñan a quienes se
atreven a cruzar su dintel de su sincera confianza. No apabulla porque sería
impropio de quien se siente redentora de lesivas expectativas aún por cumplir
el hacerlo desde el atosigamiento. Ella despliega los caños de la fuente
samaritana sobre la que aquellos sedientos encontrarán saciedad a la caída de
la noche del devenir diario. La diosa Fortuna, caprichosa siempre, se encargará
de cumplir lo insospechado mientras Bianca expela sobre las rayas del asfalto
su aliento de compromiso o consuelo llegado el caso. Y a pocos centímetros, la imagen
que hizo suya del lenticular crucificado, dará testimonio de la verdad que les
asiste, acompaña y cuida. Beben los vientos en la fuente en los que la hermosura
de la sencillez eligió como manantial de los mismos y de ella se sacian para
darnos envidia. La complicidad rezuma entre las calizas de sus miradas y cualquiera
que les observe ha de sentir admiración. Poco importará que el rostro vuelto
ignore su presencia puesto que el taburete de tetrapeldañado adquirirá el papel
de trono supremo sobre el que dictar sentencias. Más estaos tranquilos. Serán
sentencias incapaces de purgar miserias en quienes comunes de nosotros las
llevemos tatuadas. En ella el reflejo irisado del prisma creará un arco iris
que nacerá de su nombre para bañarse de lluvias de consuelo. Y todo desde la
calma. Transmite esa paz que tanto se nos escatima y que tanto necesitamos. Asume la ironía como
la inteligencia permite a quien privilegiado la hace suya, con sabiduría y
elegancia. Y mientras, el constante trasiego de plásticos se disputa la acera con
las ruedas que trenzan vías a sus pies. Sabe que la suerte está con ella y a
ella nos encaminamos. Sabe que cualquier día, el abrazo agradecido la buscará
como destinataria para hacerla cómplice de la alegría que limará penurias. Pero
sobre todo sabe que cada vez que paso por sus dominios, un halo de simpatía me
llega y en él me embarco. Poco importa que los cinco dígitos caprichosos que
nadan en los bombos de la suerte se apiaden de mí o no. Me basta con saberme
poseedor del reintegro de su afecto que remite su franca sonrisa cada vez que mis
pasos se cubren de cebra.
Jesús(defrijan)
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