Inexplicable
Así era aquel sentimiento que le nació sin buscarlo al pairo
de la noche. Cualquiera medianamente racional lo hubiese calificado de capricho
del azar que el mismo azar había trazado en forma de línea intangible en lo que
a todas luces se aventuraba real. Era tal la forma de sentir lo no consumado
que la duda se disipaba al instante cuando sus esfuerzos por racionalizar aquel
sentimiento insistían en calificarlo de locura. Vagó por las noches en los
desvelos buscando respuestas que la compadecían ante la no asunción de la
cordura. Sabía que algo se había gestado más allá de lo comprensible y
fluctuaba de la inquietud ante el hecho del abandono y la dicha en la renuncia
al mismo. Así que en uno de sus momentos de calma, allá que sus latidos tomaron
reposo, llegó a la conclusión que a todas luces parecería irrisoria. El destino
había barajado las cartas desde la mesa cuyo tapete vestía de azul y entre el mazo de las mismas no
aparecía el comodín que ajustase las bazas de las conveniencias. Se sabía tan
extensa de sueños como escasa de realidades y en aras de la dicha irrefrenable
se dejó mecer. Sentía las alegrías ajenas como gozos propios y sufría en el
anticipo de las desgracias que pugnaban por asomarse al rostro de quien
consideraba suyo sin serlo. No había forma de explicar lo que aquella forma de
sentir promulgaba y en los arrebatos de serenidad que buscaban abrirse un hueco
en su devenir diario, la imposibilidad se hacía más y más presente. Así que
decidió dejarse llevar y delegar en el tiempo por venir el porvenir en el que
depositar ese cúmulo de emociones. Llegó a pensar que de la otra parte del
espejo, la bruja incansable del desconsuelo, se burlaba de ella y empequeñecía su fortaleza en el
cubil del desengaño. Más poco a poco, fue depositando en la cala de la dudas,
los restos del oleaje que le trajesen tormentas de desasosiegos a quien tantos
naufragios hubo pasado. Desde entonces, cada vez que la brisa se le ofrece,
saca sus huellas a las arenas de la dicha y las va plasmando en la cadencia de
las velas que surcan los horizontes. Se sabe hermosa porque lo es, y el rictus
compungido que hasta ayer dormía sobre su almohada aportándole pesadillas, hoy
se ha mutado en semiluna sonriente que le ilumina las noches. Mientras, espera
un nuevo amanecer, para seguir diciéndose a sí misma que por más inexplicable
que resulte, la hace feliz.
Jesús(defrijan)
No hay comentarios:
Publicar un comentario