domingo, 9 de marzo de 2014


Inexplicable

Así era aquel sentimiento que le nació sin buscarlo al pairo de la noche. Cualquiera medianamente racional lo hubiese calificado de capricho del azar que el mismo azar había trazado en forma de línea intangible en lo que a todas luces se aventuraba real. Era tal la forma de sentir lo no consumado que la duda se disipaba al instante cuando sus esfuerzos por racionalizar aquel sentimiento insistían en calificarlo de locura. Vagó por las noches en los desvelos buscando respuestas que la compadecían ante la no asunción de la cordura. Sabía que algo se había gestado más allá de lo comprensible y fluctuaba de la inquietud ante el hecho del abandono y la dicha en la renuncia al mismo. Así que en uno de sus momentos de calma, allá que sus latidos tomaron reposo, llegó a la conclusión que a todas luces parecería irrisoria. El destino había barajado las cartas desde la mesa cuyo tapete vestía de  azul y entre el mazo de las mismas no aparecía el comodín que ajustase las bazas de las conveniencias. Se sabía tan extensa de sueños como escasa de realidades y en aras de la dicha irrefrenable se dejó mecer. Sentía las alegrías ajenas como gozos propios y sufría en el anticipo de las desgracias que pugnaban por asomarse al rostro de quien consideraba suyo sin serlo. No había forma de explicar lo que aquella forma de sentir promulgaba y en los arrebatos de serenidad que buscaban abrirse un hueco en su devenir diario, la imposibilidad se hacía más y más presente. Así que decidió dejarse llevar y delegar en el tiempo por venir el porvenir en el que depositar ese cúmulo de emociones. Llegó a pensar que de la otra parte del espejo, la bruja incansable del desconsuelo, se burlaba  de ella y empequeñecía su fortaleza en el cubil del desengaño. Más poco a poco, fue depositando en la cala de la dudas, los restos del oleaje que le trajesen tormentas de desasosiegos a quien tantos naufragios hubo pasado. Desde entonces, cada vez que la brisa se le ofrece, saca sus huellas a las arenas de la dicha y las va plasmando en la cadencia de las velas que surcan los horizontes. Se sabe hermosa porque lo es, y el rictus compungido que hasta ayer dormía sobre su almohada aportándole pesadillas, hoy se ha mutado en semiluna sonriente que le ilumina las noches. Mientras, espera un nuevo amanecer, para seguir diciéndose a sí misma que por más inexplicable que resulte, la hace feliz.

 

Jesús(defrijan)

No hay comentarios:

Publicar un comentario