El ladrón de Megas blanco
Se han acabado los ladrones
de guante blanco. Aquellos que resultaban hasta simpáticos porque a la audacia del robo
unían la elegancia para no causar daños excesivos al honor de los robados. Manejaban
las ganzúas con una maestría tal que ni siquiera el smoking se arrugaba en
pleno acto de hurto. Se acabaron, sin duda. La última moda es la de un cíber
ladrón que se apropia de tus archivos y los retiene en una caja secreta del banco
llamado Nube. Desde allí, a modo de cobrador sin chistera le manda un aviso de
cobro de la deuda que no imaginabas haber contraído. Mejor dicho se convierte
en un secuestrador provisional a la espera del rescate que te sugiere amortizar
a riesgo de perder todo tu arsenal de fotos o documentos. Una nueva entrega de
la Guerra de las Galaxias en la que se nos propone utilizar los rayos láser a
modo de ingreso en una cuenta que imagino estará ubicada fuera del control legal.
Parece que la petición de rescate aumenta a medida que las horas pasan y no te decides
a hacerla efectiva. Me viene a la memoria aquella situación de secuestro personal
que sufrió Paul Getty III a manos de unos delincuentes en la que solicitaban a
su archimillonario abuelo Paul Getty I el rescate de su nieto. El abuelito de marras
adujo que teniendo catorce nietos no consideraba oportuno abrir la espita de futuros
secuestros. Así consiguió que el cartero le trajese la oreja de su nieto a modo
de advertencia y pagó de mala gana una parte del secuestro. Eso sí, desheredó a
su nieto por considerar que ya había heredado con el rescate. Pues bien, ¿qué
hacemos si nos llega el aviso del secuestro de nuestros archivos? ¿Pagamos de
inmediato para no perder las fotos desenfocadas de la última fiesta? ¿Asumimos
el rescate y así recuperamos el poder sobre nuestros textos que nos acercan al
sueño de ser aprendices de escritores? ¿Le damos pasaporte al ordenador y
recuperamos el tacto de la tinta y el papel? No sé, la verdad, cuál de las
opciones sería la más adecuada. Sea la
que sea. Queda clara la evidencia en la que nos vemos inmersos ante la maestría
del delincuente con formación suficiente. No será necesario ser uno más de la
lista de paranoicos que por el miedo a ….decidan permanecer callados. Ahora
bien, sin existe una mente tan privilegiada y perversa capaz de idear este
expolio, seguro que habrá otra capaz de expoliar al expoliador y recuperar a
menor precio lo robado. Es cuestión de tiempo el que aparezca el rescatador
mercedario que nos permita recuperar en cómodos plazos lo robado. ¿Y si
resultase ser el mismo? ¡Uf, creo que me está rallando tanta comedura de coco! De
cualquier modo, entre un elemento al que no ponemos cara y nos roba información,
unos trajes a rayas con tarjetas negras sin límite, unos electricistas que
entre voltio y voltio del Botafumeiro metían mano en las huchas, Honorables que
heredaron y no recuerdan cuánto, tesoreros que trabajaban de carteros repartiendo
sobres a destajo, estamos apañados. Acabarán pidiéndonos las dos orejas y
seremos capaces de alegrarnos por no habernos pedido el rabo.
Jesús (http://defrijan.bubok.es)
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