jueves, 29 de enero de 2015


    El ladrón de Megas blanco

Se han acabado los ladrones de guante blanco. Aquellos que resultaban  hasta simpáticos porque a la audacia del robo unían la elegancia para no causar daños excesivos al honor de los robados. Manejaban las ganzúas con una maestría tal que ni siquiera el smoking se arrugaba en pleno acto de hurto. Se acabaron, sin duda. La última moda es la de un cíber ladrón que se apropia de tus archivos y los retiene en una caja secreta del banco llamado Nube. Desde allí, a modo de cobrador sin chistera le manda un aviso de cobro de la deuda que no imaginabas haber contraído. Mejor dicho se convierte en un secuestrador provisional a la espera del rescate que te sugiere amortizar a riesgo de perder todo tu arsenal de fotos o documentos. Una nueva entrega de la Guerra de las Galaxias en la que se nos propone utilizar los rayos láser a modo de ingreso en una cuenta que imagino estará ubicada fuera del control legal. Parece que la petición de rescate aumenta a medida que las horas pasan y no te decides a hacerla efectiva. Me viene a la memoria aquella situación de secuestro personal que sufrió Paul Getty III a manos de unos delincuentes en la que solicitaban a su archimillonario abuelo Paul Getty I  el rescate de su nieto. El abuelito de marras adujo que teniendo catorce nietos no consideraba  oportuno abrir la espita de futuros secuestros. Así consiguió que el cartero le trajese la oreja de su nieto a modo de advertencia y pagó de mala gana una parte del secuestro. Eso sí, desheredó a su nieto por considerar que ya había heredado con el rescate. Pues bien, ¿qué hacemos si nos llega el aviso del secuestro de nuestros archivos? ¿Pagamos de inmediato para no perder las fotos desenfocadas de la última fiesta? ¿Asumimos el rescate y así recuperamos el poder sobre nuestros textos que nos acercan al sueño de ser aprendices de escritores? ¿Le damos pasaporte al ordenador y recuperamos el tacto de la tinta y el papel? No sé, la verdad, cuál de las opciones sería la más adecuada.  Sea la que sea. Queda clara la evidencia en la que nos vemos inmersos ante la maestría del delincuente con formación suficiente. No será necesario ser uno más de la lista de paranoicos que por el miedo a ….decidan permanecer callados. Ahora bien, sin existe una mente tan privilegiada y perversa capaz de idear este expolio, seguro que habrá otra capaz de expoliar al expoliador y recuperar a menor precio lo robado. Es cuestión de tiempo el que aparezca el rescatador mercedario que nos permita recuperar en cómodos plazos lo robado. ¿Y si resultase ser el mismo? ¡Uf, creo que me está rallando tanta comedura de coco! De cualquier modo, entre un elemento al que no ponemos cara y nos roba información, unos trajes a rayas con tarjetas negras sin límite, unos electricistas que entre voltio y voltio del Botafumeiro metían mano en las huchas, Honorables que heredaron y no recuerdan cuánto, tesoreros que trabajaban de carteros repartiendo sobres a destajo, estamos apañados. Acabarán pidiéndonos las dos orejas y seremos capaces de alegrarnos por no habernos pedido el rabo.          

No hay comentarios:

Publicar un comentario