El deseo de viajar
No deja de sorprenderme el
deseo que brota de cada quien ante la posibilidad de realizar un viaje. La
primera insinuación despertará en ti un cuestionario de interrogantes a los que
gustoso pondrás respuestas esperanzadas. Y en ellas mismas emprenderás a la
ruta que te llevará al destino elegido envuelto en la misma curiosidad que el
desconocedor del mismo lleva en sí. Será
más o menos sugerente en base a los aciertos publicitarios y sobre todo a las
fidedignas opiniones de quienes te antecedieron. Dará igual si los kilómetros
se multiplican o sencillamente vamos a la vuelta de la esquina. Lo importante
será sentirte como un aprendiz de experiencias a las que permitir pegarse a tu
piel. Ellas serán las que avalen el resultado final del mismo y con algo de
suerte firmarán el acierto de tal elección. Por eso, no soy muy partidario de
desmenuzarlo antes de haberlo realizado. Huyo de quienes pormenorizan todos los detalles, derraman consejos y
esparcen recomendaciones extremas que acaban dando por finalizado en viaje
antes de emprenderlo. Si le quitamos la vitola de la sorpresa, igual el sabor
ya no es tan fresco como soñamos. Suelo tender al pesimismo quizás por un íntimo
deseo de verme refutado a pie de calle en la meta elegida y así acabarlo con
una sonrisa. No es que reniegue de la planificación, pero un porcentaje elevado debe quedarse para la improvisación. Ese
rincón escondido, ese músico callejero, esa sonrisa robada, esa calle casi olvidada.
Todos estos detalles barnizarán el marco de tu recuerdo a la espera de ser
colgado de alguna pared. Pero si hay un
viaje al que nadie se puede resistir es ese que se dirige a ti mismo. Ese que
emprendes cada vez que la duda te asalta o el deseo de actuar de un modo u otro
se presenta con los pasajes listos. Sabes que será un viaje cíclico que concluirá
donde empezó y aún así te arriesgas a emprenderlo. En ese tránsito se acumularán
etapas censoras y etapas alentadoras que tirarán de ti hacia un sentido o hacia
el otro. Procurarás no desviarte de la senda elegida y por más costoso que
resulte acabarás afirmando que mereció la pena. Seguirás mirándote al espejo y
le preguntarás al de enfrente si está dispuesto a viajar de nuevo, y te dejará
hacer las maletas con la condición de acompañarte. Y cuando lo reemprendas
volverás a cruzarte con otros que ya están de vuelta, los saludarás cortésmente
y les dirás que tu meta está allí donde el sentimiento la trazó y que vas en su
busca. Puede que alguno te mire a la cara y regrese contigo por saber que la suya
le sigue esperando.
Jesús (http://defrijan.bubok.es)
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