Rave
¡Rave María, cuando serás mía!
Y no es un juego de palabras al pairo del estribillo de sobra conocido por los
verbeneros más adictos. Más bien resulta producto de mi sorpresa ante semejante
festejo que ha convertido a un paraje habitado únicamente por especies propias
de naturalista protector en una macrofiesta neohipie a la vera del pantano. Parece ser que
esta fiesta consiste en darle alegría al cuerpo, y no voy a seguir con otro conocido
estribillo, hasta que el cuerpo aguante o más allá de su límite. Creo que la
llamada cruzó por el Viejo Continente y siguiendo la estela de las rastas, a
modo de peregrinos del camino jacobeo diseñado personalmente, acabó en estos
lares. Furgonetas que ya hubiesen
querido para sí sus abuelos en aquellos festivales en los que se repudiaban
guerras coloniales en extremo oriente y que dieron buena cuenta de no pocos
paraísos lisérgicos. Okupas de terrenos que dormían en la tranquilidad de
Diciembre y que fueron despertados al
run run de las carpas y equipos de sonido. Seguro que algún ave rapaz
batió las alas de alegría al ver que por fin la paz impuesta desde los prismáticos
ojeadores, daba paso al divertimento. Auténticos drones de plumaje natural que
vislumbrarían las fogatas prendidas sin salir de su asombro se preguntarían
sobre la festividad que se celebraba. Kilómetros de distancia con los festejos
familiares de sobra conocidos en casas acicaladas, plazas abarrotadas de uvas
moscateles o garitos seudoelegantes en los que se recibirían al nuevo año. Allí no
hacían falta más que las ganas de diversión y los horizontes abiertos para dar la
bienvenida al nuevo calendario. Y si se trataba de alargar la fiesta, pues eso,
cinco días, hasta que la normativa se hiciese presente. Estoy convencido que la
mayoría de los atardeceres ibicencos que tanto glamur destilan empezaron de
modo similar y tuvieron que pasar por el tamiz de la ley para seguir subsistiendo.
Así, otra vez más, la mordida que supone hincar el diente en el dinero en
movimiento, se quedó a expensas de una nueva concentración. Dentro de poco
tiempo, menos del que creemos, estas muestras de espontaneidad pasarán a convertirse en concentraciones
organizadas y controladas para mayor disfrute y seguridad de todos. Y entonces,
ravenistas futuros, contemplarán a su alrededor, no el brillo de las fogatas,
ni los ojos sorprendidos de las rapaces, sino más bien, los logotipos de las
empresas patrocinadoras que habrán vuelto a encontrar una nueva forma de hacer
caja. De cualquier forma, y ahí dejo la idea, se me está viniendo a la cabeza
un paraje que conozco. No daré más pistas, pero os aseguro que la fiesta estaría
asegurada y por falta de agua no iba a ser.
Jesús (http://defrijan.bubok.es)
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