jueves, 8 de enero de 2015


     Rave

¡Rave María, cuando serás mía! Y no es un juego de palabras al pairo del estribillo de sobra conocido por los verbeneros más adictos. Más bien resulta producto de mi sorpresa ante semejante festejo que ha convertido a un paraje habitado únicamente por especies propias de naturalista protector en una macrofiesta  neohipie a la vera del pantano. Parece ser que esta fiesta consiste en darle alegría al cuerpo, y no voy a seguir con otro conocido estribillo, hasta que el cuerpo aguante o más allá de su límite. Creo que la llamada cruzó por el Viejo Continente y siguiendo la estela de las rastas, a modo de peregrinos del camino jacobeo diseñado personalmente, acabó en estos lares. Furgonetas  que ya hubiesen querido para sí sus abuelos en aquellos festivales en los que se repudiaban guerras coloniales en extremo oriente y que dieron buena cuenta de no pocos paraísos lisérgicos. Okupas de terrenos que dormían en la tranquilidad de Diciembre y que fueron despertados al  run run de las carpas y equipos de sonido. Seguro que algún ave rapaz batió las alas de alegría al ver que por fin la paz impuesta desde los prismáticos ojeadores, daba paso al divertimento. Auténticos drones de plumaje natural que vislumbrarían las fogatas prendidas sin salir de su asombro se preguntarían sobre la festividad que se celebraba. Kilómetros de distancia con los festejos familiares de sobra conocidos en casas acicaladas, plazas abarrotadas de uvas moscateles  o garitos seudoelegantes  en los que se recibirían al nuevo año. Allí no hacían falta más que las ganas de diversión y los horizontes abiertos para dar la bienvenida al nuevo calendario. Y si se trataba de alargar la fiesta, pues eso, cinco días, hasta que la normativa se hiciese presente. Estoy convencido que la mayoría de los atardeceres ibicencos que tanto glamur destilan empezaron de modo similar y tuvieron que pasar por el tamiz de la ley para seguir subsistiendo. Así, otra vez más, la mordida que supone hincar el diente en el dinero en movimiento, se quedó a expensas de una nueva concentración. Dentro de poco tiempo, menos del que creemos, estas muestras de espontaneidad  pasarán a convertirse en concentraciones organizadas y controladas para mayor disfrute y seguridad de todos. Y entonces, ravenistas futuros, contemplarán a su alrededor, no el brillo de las fogatas, ni los ojos sorprendidos de las rapaces, sino más bien, los logotipos de las empresas patrocinadoras que habrán vuelto a encontrar una nueva forma de hacer caja. De cualquier forma, y ahí dejo la idea, se me está viniendo a la cabeza un paraje que conozco. No daré más pistas, pero os aseguro que la fiesta estaría asegurada y por falta de agua no iba a ser.

No hay comentarios:

Publicar un comentario