El
aburrimiento de la gris existencia
Es el que se encarga de empujar
a la búsqueda de los alicientes que den color a una vida insulsa, mediocre,
medio llena. Ese color que suele ser el símbolo de la discreción es el que se
acaba adueñando de las pieles que cubre y convierte a sus esclavos cobardes en
camaleones incapaces de darse pálpitos
con los que crear su propio arco iris. Da igual el método que empleen, da lo
mismo el tipo de expresión que busquen. Su timidez a manifestarse, por más
deseos que tengan, les llevarán a quedarse en la posibilidad en vez de arriesgarse
a la realización. Son aquellos que a
falta de ingredientes para sí se abastecerán de cuanto imaginen en otros atrevidos a los que acabarán
deseando copiar y seguirán sin atreverse. Sus reglas rígidas se alzan a modo de
empalizadas protectoras que no ven como rejas personales. Niegan ese calabozo
por no querer ver que la mayor penitencia que cumplen es la impuesta por ellos
mismos sin siquiera analizar con justicia los pecados que se atribuyen. Normalmente
estarán rodeados de otros grises como ellos entre los que seguirán acumulando
sus argumentos con los que reafirmarse y así rechazar al osado por culpable. La
norma nace con ellos por más que deseasen saltársela y dejar hablar a su
interior. Actores de una tragicomedia en la que el papel protagonista modera
sus intervenciones para evitar críticas sin ver que la mayor de las críticas
viene de su conformismo y ante él sucumben. Y siendo todo esto triste, aún lo
es más cuando la lucha interior se desata entre el querer y el deber en ellos
mismos. Siempre se quedarán en la frontera de la marcha atrás y sus futuros
girarán en torno al tiempo condicional en el que buscarán la excusa que les
redima. Para ellos, las emociones, las utopías, las risas sinceras, no son más
que nubes de sueños en las que los ilusos sobreviven a la espera de su merecida
caía al foso merecido. No se dan cuenta de que ese papel que a diario
representan carece de atractivo y el escenario se puebla de telarañas. Han sido
los fieles exponentes de los cimientos aprendidos y aprehendidos para dejarse
prender sin ofrecer resistencia. Inmóviles estatuas que a duras penas moverán
los ojos en busca de aquello que les atrae y a la vez critican. En fin, allá
ellos. Quizás cuando se den cuenta de la brevedad de la vida rectifiquen y
opten por el espectro que va del blanco al negro. Pido para que llegado ese
momento, aún estén a tiempo de hacerlo, porque, sinceramente, el gris es un
color sin gracia ninguna.
Jesús (http://defrijan.bubok.es)
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