Los cincuenta
Se ha puesto de moda la
celebración de este cumpleaños a mitad de tu siglo de existencia. Esa barrera fronteriza que separa las etapas
cumplidas a la espera de las que quedan por llegar se convierte en un bautizo
de parabienes entre las aguas que manan de las instantáneas del ayer. Allí
aparecen semejantes tuyos a los que logras reconocer tras no pocos esfuerzos y
entre los que te incluyes. Modas pasadas que provocan risas escondidas entre
recuerdos de vivencias maravillosas que no lo fueron tanto pero que la lejanía
encumbra. No aparecen, no se les permite la entrada a la fiesta, los daños que
formaron parte de ti porque ya en su día tuvieron afilada la hoja que te sangró
y recordarlo te duele. Es el momento de la alegría, del jolgorio, y ellos están de más. Se han añadido a tu vida
amistades que parecen haber esperado su turno para acompañarte en las siguientes
décadas y que difícilmente dejarás de lado. Y miras a tu alrededor congraciándote
de todo lo que la vida te ha deparado porque no podía ser de otro modo. Eras un
libro en blanco y lo has ido escribiendo de modo improvisado sin guión previo
al que seguir. Nada mejor que dejarse guiar por la vida para que la vida sea
guiada por tus esperanzas por muy utópicas que parezcan. Nada mejor que al volver
la esquina que los cinco decenios ha trazado para vislumbrar un nuevo horizonte
de risas, azules, alegrías. De todos modos, si ha de llegar el momento de
renuncia, llegará de cualquier modo independientemente del vestuario que
luzcamos. Así que lo mejor será intentar verle el lado positivo para que no nos
pille con las defensas bajas. Y si se ha de renunciar a no ser adolescente, pues
se asume y ya está. Y si tus gafas han de aumentar de dioptrías, pues que tus
ojos elijan la mejor montura. Y si los
deseos de otros cincuentones son los de dejarse llevar por los derroteros del
pesimismo, pues allá ellos. Siempre habrá un hueco en el que ubicarse frente al
abandono del blanco de tu existencia. No deja de ser un año más el que se suma
a los tuyos, aunque a veces nos cueste reconocerlo. De cualquier forma, quien
haya traspasado esa barrera como lo he hecho yo hace años, sabrá de qué hablo,
y quien no sea capaz de soportar esa losa imaginaria que le viene encima, saldrá
sepultado si no lo remedia en su propia tumba
por él cavada. A los que están por
cumplirlos, ánimo; a los que ya los cumplimos, nos vemos en los cien, a ser
posibles, un poco más locos.
Jesús (http://defrijan.bubok.es)
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