La recompensa del delito
Es evidente mi falta de
preparación legal a la hora de poder entender lo que se me escapa de las
decisiones judiciales. Pero desde mi máxima ignorancia, hay algo que me deja
con la interrogación abierta y no
consigo descifrar la respuesta. Me refiero al precio que paga el delincuente en
la remisión de su delito. Tal y como aprecio a diario creo que es un negocio
altamente rentable acumular riquezas que superarán con creces el precio a pagar
con los escasos meses de condena. Si
hacemos números, la tentación acude. Desde vigilantes que se llevan un furgón
lleno de dinero y acaban aduciendo amnesia al ser preguntados por la caja en
donde lo dejaron, hasta cantantes a las que se les enamora el alma ante la vara
del alcalde que usa bolsas de basura para esconder sus comisiones, todo vale
con tal de rentabilizar su futuro. Por eso tampoco me extraña que tesoreros con
multitud de cuentas camufladas por paraísos fiscales actúen de modo idéntico.
Cuantos más indicios aparezcan más se diluirá la exclusividad y más se extenderá
la sensación de ser unos gilis quienes no lo hacemos. Y de paso, las sangres
azules que abogaron por dar ejemplo, efectivamente, lo dan, pero a peor. Y si
algo faltaba, la duda se tiende sobre las nuevas opciones que aparecían como
manás apetecibles de los que alimentarse. Entonces, aquellos que tenemos como máximas
aspiraciones las que ellos ignoran, seguimos preguntando por el límite a tanta
codicia y no lo vemos. Seguimos soñando
con un pellizco en los múltiples juegos que se nos ofrecen sabiendo que jugamos
con Hacienda pero pagamos nosotros el boleto. Sólo unas firmes convicciones nos
acaban testimoniando como honrados a pesar de lo que vemos por muchas
tentaciones que nos acudan. Y cuando planteamos a la par del cumplimiento de la
mínima condena la devolución de lo robado, sospechamos la carcajada ahogada que
emiten quienes lo han cometido y quienes consienten en tal comisión, nunca mejor
dicho. El verdadero problema radica en la crispación que genera ante los
comunes de los mortales y el peligro que acarrea por facilitar la llegada de
postulados extremistas. Ahí está la verdadera recompensa a sus delitos. El único
problema, y no pequeño, es que seremos paganos de la misma quienes no lo hemos
cometido mientras ellos se siguen riendo en nuestras narices y piensan que si
pudiéramos también lo haríamos. Así lavan sus conciencias los que carecen de ella
y se nos presentan como modelos de conducta. Y nosotros, aguantando.
Jesús (http://defrijan.bubok.es)
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