domingo, 11 de enero de 2015


    Inodoros

Esta mañana he escuchado en la radio la noticia que hacía referencia a la costumbre de miccionar que los hindúes tienen, en plena calle., sobre una tapia. Parece ser que ha salido un grupo de aguerridos limpiadores que pertrechados con un camión cisterna dirigen la manguera a toda presión sobre el infeliz que se está aliviando en esos momentos. El lema que utilizan es bien simple: “si tú paras, yo paro”.  Curiosa forma de remediar el duelo entre la incontinencia y la salubridad que todo espacio público necesita. Y en ese momento he recordado aquellas que de críos llevábamos a cabo en los campos abiertos. Y al instante ha regresado la imagen de los nuevos inodoros que veo instalados  en multitud de establecimientos. He llegado a pensar que mis años de mengua ya están aquí. He llegado a pensar que la lumbalgia impidió al fontanero instalarlos adecuadamente. He llegado a pensar que el sistema métrico decimal no se acabó de explicar convenientemente. He llegado pensar que lo que realmente quieren los dueños de esos establecimientos es que busquemos una tapia callejera antes de que el camión de riego involuntario nos duche la columna. La altura a la que han sido situados supera con creces la estatura posible con la que acceder a los mismos. Curvarse a modo de querubín alado en las fuentes versallescas para acertar, sinceramente, no es plan. Y convertirse en la copia mala del  Manneken pis, como que no es lo suyo.  Así que por favor, tomen medidas. Y lo digo en el sentido más literal de la expresión. O al menos avisen del nivel freático exigible para hacer uso de los mismos. No es cuestión de acceder de puntillas ni utilizar un taburete con la primera caja de bebidas que esté próxima. Sean benévolos con quienes jamás accederíamos a ser jugadores de baloncesto y procuren que la media nacional de estaturas llegue a sus dominios. De lo contrario, o las calles volverán a tomar un aspecto hindú, o los camiones de riego se multiplicarán a modo y manera de la fiesta del agua, y no siempre el tiempo acompaña. Mientras esa reflexión les llega, les dejo por unos minutos. La necesidad manda, y esta vez, seguro que llego.    

 

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