Aquella inolvidable mona
de Pascua (…… y capítulo 4º)
El desembarco en la plaza de Campillo ya de por sí fue una
Odisea. Justo frente al Chicarro, aquellos que parecíamos componentes de una
horda asiática, descendimos de los
vehículos variopintos y a paso vivo nos dirigimos hacia los salones de la
Lorenlu. El acceso solo fue posible por
la forma de ser de Mariano al que tantos ratos buenos de diversión y transporte
le debemos. Ya en las mesas habían quedado esparcidos los restos de los convites
y desde la pista de baile tantas veces frecuentada, los pasodobles aportaban su grano de arena a
la digestión que se aventuraba difícil.
En un rincón las señoras con sus bolsos de piel custodiados a modo de
salvoconducto del que no se desprendían bajo ningún concepto. Las lacas
cumpliendo fielmente con su misión mantenían los peinados a modo de alambradas
carcelarias y ni un mechón se atrevía a salirse de la fila. En otro rincón los
trajes de los caballeros cortados por el mismo patrón refugiaban sudores y
dobladillos de mangas a la espera de recuperar alientos entre tanta copa de
anís ardiendo en el interior. Miles de
parabienes se cruzaban de parte a parte y todos volvían a reafirmarse en lo
excelente que estaba resultando todo. Y aparecimos. Efectivamente, aparecimos
con los atuendos ya mencionados de tunantes festeros. El desparrame entre los
invitados se produjo al instante y las rumbas pidieron paso a Georgie Dan, y
este se lo daba a María Jesús que sacaba a volar a sus pajaritos y estos
acababan sus vuelos en medio de la Conga de Jalisco. Pocos eran conscientes de
estar danzando entre quienes estábamos en libertad condicional y la fiesta
seguía. Dimos la enhorabuena a los contrayentes, a los padrinos, a los que se
nos pusieron a tiro mientras los vencejos de las mantas suplicaban
descanso. Ya con los últimos toques de
despedida desde la cabina del pinchadiscos, dijimos adiós y reemprendimos la
vuelta. Los veinte kilómetros de regreso pasaron volando entre los comentarios
de los acontecimientos del día y nada más llegar a Enguídanos pudimos comprobar
cómo la noticia había corrido como la pólvora convenientemente aderezada y
exagerada. Cada cual dio su versión más
o menos parecida en casa y seguimos a la espera de juicio. Bueno, quizás mejor,
a la espera de recuperarlo para volver a ser capaces de revivir otras monas
como aquella que sin duda resultó inolvidable. Será casualidad o quizás el karma
me dice que levante el pie del acelerador cada vez que vuelvo a pasar por ése
mismo punto. Sea como sea unos relinchos de caballos de madera me llegan
desde fronda próxima a modo de advertencia.
Jesús(defrijan)
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