viernes, 31 de julio de 2015


       Sicilia(capítulo 4º)

Cefalú nos recibió desde la quietud  de sus aguas y la luz que peinaba  a las montañas. La atalaya hablaba de abordajes cumplidos y rechazados por aquellos que la quisieron para sí casi tanto como el enamorado que estampó su declaración en tiza sobre el brocal de una fuente. Giulia era el nombre de la afortunada que sin duda seguirá pensado que las historias de amor que narrase el Cinema Paradiso tenían continuación. Y así fue como llegué a la entrada del teatro Comunale  en el que la soledad del patio de butacas seguía sonando a proyecciones de besos robados. Allí los años de una niñez similar volvieron a hacerse presentes y de la mano de Ciara fui recorriendo los palcos desde los que trazar bisectrices a modo de focos de luz hacia los fotogramas añorados. Sus dieciséis años quizás no entendiesen del todo lo que supuso para aquella generación el salvavidas de las películas magistrales que tanto escasean en la actualidad. Lo que no pudo negar fue la emoción que sentí al tener cara a cara al proyector que Alfredo manejó con habilidad logrando ensimismar a Salvatore en su camino hacia la vida adulta. Regresaron los NO-DOS, las películas no autorizadas, los descansos entre rollo y rollo, y con todo el buen sabor de boca le dije adiós sin darle la espalda. Metros más allá, el lavadero recibía la caída de las aguas y las arenas de la playa a la que tuvimos a bien acudir. Cristalinas aguas y remanso gozoso que  supo a poco como a poco saben las cosas bellas. El “Retrato del Marinero Desconocido”  había emprendido viaje para dejar de serlo y la catedral seguía custodiada por sus dos torres que protegían al Pantocrátor dominante.   Manejando los tiempos y las distancias de todos nosotros, Corrado. Parapetado tras unas gafas  oscuras, con la barba cortada al más puro estilo de dandi conquistador, guardaba silencio y únicamente apostillaba en voz baja alguna ironía que Alejandra limaba para hacerla de conocimiento público. Al la mañana siguiente Palermo quedó atrás, en el retrovisor del recuerdo, en la trastienda del equipaje, y emprendimos ruta. Un nuevo destino nos esperaba y en esta ocasión el valle de los templos sería quien diese un baño de historia a quienes ya la estábamos viviendo. Poco importaban los madrugones si en la mitad trasera del autobús se seguían reuniendo la armonía con la risa. Y entonces ella, vistiéndose de  Sherezade de  cuento, no nos durmió si no que más bien nos abrió los ojos a la leyenda de Nicola, el hombre pez.

 

Jesús(defrijan)

No hay comentarios:

Publicar un comentario