viernes, 17 de julio de 2015


El trastero
Ese apéndice de la vivienda que normalmente está ubicado en las mazmorras de la finca a la espera de ser ocupado, ese,  es el inestimable trastero. Nació para completar las dimensiones de la vivienda que a todas luces parecía holgada y el tiempo demostró que no lo era. El tiempo y la compulsiva acumulación de enseres, ropas, zapatos, artilugios y demás utensilios que nacieron como imprescindibles y dejaron de serlo. Poco a poco se vieron desplazados por las nuevas adquisiciones y su ruta estaba trazada sin ellos saberlo. Llegada la imposibilidad de engorde de los armarios su turno pasó lista y convenientemente plastificados  descendieron a la caverna trasteril. Cada cual sabía de su condena y alguno clamaba para sí una pronta redención. Lo que pocos sospechaban es que como compañeros de viaje al subsuelo irían muletas, azulejos de recuerdo de la penúltima obra, llaves de luz renovadas, libros de cuando se estudiaba únicamente con libros, y por supuesto, aquellos regalos de boda que no te atreviste a colocar de modo visible sobre algún mueble para no dañar el recuerdo de aquellos invitados que te lo proporcionaron sin tú pedirlo. Aquel caos intenta organizarse a modo de camarote humorístico y las estanterías se convierten en la versión adulta del tetrix. Por supuesto las consabidas garrafas de agua destilada y los armazones de los carritos de bebé que tus hijos usaron y que los guardas no se sabe bien para qué, si para recordar falsamente que no han crecido o como amenaza a tus futuros nietos de convertirlos en ocupantes de los mismos. Sombrillas descoloridas, sillas de playa con óxido, una bombona de gas de cuando ibas al camping, y todo en el más absoluto silencio y desorden. Obviamente las bicicletas piden paso en sus múltiples formas y tamaños y aquello amenaza  con reventar de algún modo. Lo que no saben la mayoría de los enseres es que parte de su viaje queda por completar. La siguiente etapa, más o menos a los diez años, es la que les llevará a la segunda residencia a kilómetros de distancia. De nuevo, más espacios a ocupar en la casa sin otro sentido que negar el adiós a lo que ya no utilizas ni utilizarás jamás. A lo lejos, el trastero suspira aliviado hasta la llegada del nueva remesa de cautivos y  los recién llegados saben que a no mucho tardar, bajarán al garaje y de allí, tras años de espera de nuevo, el corredor de la muerte definitivo les subirá al camión de los enseres reciclables. En resumen, cuatro traslados para  intentar evitar lo inevitable. Aquello que un día sirvió, dejó de servir, y por más freno que le pongamos al adiós, este llegará más tarde que pronto. Lo peor de todo esto es que al paso que vamos, igual tenemos que hacer un hueco en el trastero para acabar siendo uno de ellos y no volver a subir los pisos jamás.

 Jesús(defrijan)

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