Las jacarandas
Costean las inexistentes aguas del antiguo cauce y a modo de
guías violetas encaminan tus pasos hacia las sombras. No discuten con los
eucaliptos por el terreno a ocupar ni pleitean con los pinos que arrogantes
exhiben sus raíces. Hacen huecos a los chopos para dejarles depositar sus
descascarilladas pieles al paso de las horas. Ellas, las jacarandas, sencillamente
están ahí sorbiendo del verdor que se extiende a sus pies y alfombran sus
miradas. La caducidad de sus flores nos habla de la brevedad del instante
mágico en el que te arropan sin tú saberlo porque tantas cosas circulan por tu mente que ya has dejado en el rincón
del olvido lo importante. Has decidido apostar por lo que catalogan de tangible
y te niegas a reconocer el error. La humedad de la mañana es tan artificial que
ni siquiera te planteas el gritarlo a los cuatro vientos. Puede que en el mejor
de los casos el cordón umbilical de tu pensamiento trence un lazo con el de tu
sentimiento a través de la melodía que va provocándote cantos de sirenas
varadas en el Egeo de las ondas. Y todo te parecerá asumible desde la asunción
del gris. Hasta que pares y decidas dar la vuelta y entonces te la encuentres
de frente. Vieron tu paso y guardaron
silencio cerrando pudorosas las corolas
que insistían en gritarte verdades. Saben que no deben añadir daño a lo ya dañado y por eso se
limitarán a sonreírte cuando emprendas el camino de regreso intentando que no veas en ellas un signo de
complicidad que las delatasen. Quizás tengas la suerte de pasar a un ritmo suficientemente
rápido para no ver lo que eres incapaz de ver. Pero lo que no podrás evitar
será pensar que las flores que tapizan de violeta tu vuelta no son más que
sollozos expresos de aquellas que se compadecen de ti y lloran flores en tu nombre. El resto,
poco importará, porque nada importa tanto como saber que el camino de la dicha
lo traza el deseo de conseguirla. De todo ello saben sobradamente estas jacarandas que
siguen costeando tu paso sobre
las inexistentes aguas de un cauce que ya se secó y el polvo intenta infructuosamente
hacer suyo.
Jesús(defrijan)
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