La manzana
Indudablemente lleva en su misma esencia un cúmulo de
propiedades que todo el mundo reconoce o al menos admite conocer. Las mil
variedades existentes plantean infinitas dudas a la hora de elegir aquella que
acierte en la diana de tus necesidades y por lo tanto pasar a ser parte de tu
vida intestinal a futuro. Gran dilema que sin duda se ha visto menospreciado a
lo largo de la historia vegetal del mundo. No en balde fue elegida como fruto
de perdición en el Edén a la que se vio inducida el pobre Adán para no desairar
a su Eva que no quiso desairar a la sierpe mensajera del mal. Fue probarla y a hacer puñetas el paraíso y
bienvenido el sacrifico purgante. Y todo
por culpa de semejante pomácea. Hubiese tenido disculpa el haber sido
acusado por elegir a cualquier fruta
tropical, a cualquier fruta de reminiscencias sugerentes, a cualquier fruta
acorde con el espacio de regocijo en el que estaban. Pero no, tuvo que ser
engañado el padre inicial, y culpables
todos sus descendientes con semejante variedad frutícola. Y no sólo eso sino que a lo largo de la
historia, se vistió de cicuta para liquidar a la lánguida Blancanieves que
vagaba entre los enanos laboriosos explotados como mineros sin convenio
patronal ni nada parecido. La madrastra, no contenta con haberla perdido de
vista, decide envenenarla aprovechándose del hambre de la pobre criatura. De
nuevo un papel traidor esta vez dentro de una cesta. Pero no contenta con ello,
pasa a depositarse sobre la cabeza de un pobre niño al que un padre asaetea en
la Suiza medieval sobrevolando su cráneo y partiéndola en mil pedazos para
mayor inquina del noble de turno. Y ya para rematar la faena, mordisqueada pasa
a ser el icono de todo informático de pro que quiera demostrar su poderío para
mayor envidia ajena. La cuestión está en darle salida a las mil variantes que
el susodicho fruto nos ofrece y así podernos acomodar a la que más nos guste.
Eso sí, en caso de tener escasos deseos de masticarla se nos habrá mutado en
licor al que acudir en los postres de cualquier ágape que se precie. Quizás
antes, para los gaznates menos sibaritas, a ritmo de las uvas que siguen las
campanadas brindar por haber llegado a donde estamos, harán su papel. De
cualquier forma, siempre estarán estigmatizadas por más disfraces que hoy en
día se pongan y perdurarán en el gris de la nota media que como muchos de
nosotros aceptamos en nuestro devenir diario. Su fin será como submundo
subterráneo de aquellos seres que horadarán túneles sin saber exactamente el
porqué la eligieron. Ya ni siquiera perviven las heladas y en esa metáfora
deberíamos extraer nuestras propias
conclusiones para no reincidir en desventuras imposibles, absurdas, inviables e
ilógicas por atractivas que torpemente las imaginemos. Sea como fuere, voy a
ver si localizo un manzano y a su sombra me tumbo a la espera de que caiga una
manzana y corrobore la gravedad newtoniana, a ser posible con solución a
aplicar en más de un caso que conozco.
Jesús(defrijan)
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