El molino
Ignoro si en épocas precedentes fue lo que su nombre indica.
Sospecho que sí y que la rapidez de los años llevaron a convertir a aquel en un
solar vallado en la calle que se mueve entre ellos. Sea como fuere, aquello que
durante tanto tiempo permaneció enclaustrado tras una puerta metálica y fue
vigilado por una serie de alambrera espinada en su borde superior se
abre a la curiosidad del transeúnte. De lejos percibo los años en los que las
patadas al balón aprovechaban el poco
tránsito y la pendiente que remitía a mis pies a la esfera. De cerca observo
cómo a modo de capilla Sixtina la chimenea anuncia su prestancia auspiciada por
las cepas apiñadas tras el cañizo. A la llamada de las brasas acudes y nada más
acceder, el suelo arenoso te da la bienvenida para recordarte que el agua da
vida al vergel y la arena lo aposenta en los meandros de la fortuna. No
tardarás en recibir el reflejo sonriente de David que sin ínfulas te hará
sentir como uno más de la casa. A escasa distancia, Leticia, moviéndose como
sólo se mueven quienes llevan la música en las venas, añadirá a la sonrisa unas
corcheas de cordialidad que saben a certeza. Desparramados entre el polígono de sus paredes, unos bancos sobre
los que el mismísimo Tenorio hubiese soñado escribir su carta, se acoplan al
espacio sin atropellamiento alguno, dejando suficiente holgura al juego de los
niños que pronto aparecerán. Allí, los toneles vacíos se mutarán en
improvisadas mesas de tertulias vespertinas en las que depositar amistad. Unos
troncos biselados a modo de trono buscarán su hueco y el hueco los buscará a
ellos. Y mientras tanto, en la proa que forma el vértice orientado hacia la
plaza, el candente esperará a oficiar su labor de fragua del buen yantar. Nadie
cuestionará lo que no necesita cuestionarse, porque la confianza se palpa y el
resultado se aprueba. Sobre la encalada pared, la grafía correspondiente nos
explicará cómo el grano se convirtió en harina y de ahí legó su nombre.
Solamente tendrán acceso como invitados
ilustres, el reloj que desde la torre nos anuncia que no hay prisa y las
centelleantes que desde lo alto ocultan
su envidia. Me aparto, me hago a un lado. Las brasas no entienden de tregua y
Luis no se la concede. Una noche más la
fumata blanca dará el beneplácito y la tremolina quedará excluida. Sobre el
suelo quedan los restos de las montañas que en las imaginaciones infantiles
nacieron por doquier.
Jesús(defrijan)
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