domingo, 18 de octubre de 2015


         El molino

Ignoro si en épocas precedentes fue lo que su nombre indica. Sospecho que sí y que la rapidez de los años llevaron a convertir a aquel en un solar vallado en la calle que se mueve entre ellos. Sea como fuere, aquello que durante tanto tiempo permaneció enclaustrado tras una puerta metálica  y fue  vigilado por una serie de alambrera espinada en su borde superior se abre a la curiosidad del transeúnte. De lejos percibo los años en los que las patadas al balón aprovechaban  el poco tránsito y la pendiente que remitía a mis pies a la esfera. De cerca observo cómo a modo de capilla Sixtina la chimenea anuncia su prestancia auspiciada por las cepas apiñadas tras el cañizo. A la llamada de las brasas acudes y nada más acceder, el suelo arenoso te da la bienvenida para recordarte que el agua da vida al vergel y la arena lo aposenta en los meandros de la fortuna. No tardarás en recibir el reflejo sonriente de David que sin ínfulas te hará sentir como uno más de la casa. A escasa distancia, Leticia, moviéndose como sólo se mueven quienes llevan la música en las venas, añadirá a la sonrisa unas corcheas de cordialidad que saben a certeza. Desparramados entre el  polígono de sus paredes, unos bancos sobre los que el mismísimo Tenorio hubiese soñado escribir su carta, se acoplan al espacio sin atropellamiento alguno, dejando suficiente holgura al juego de los niños que pronto aparecerán. Allí, los toneles vacíos se mutarán en improvisadas mesas de tertulias vespertinas en las que depositar amistad. Unos troncos biselados a modo de trono buscarán su hueco y el hueco los buscará a ellos. Y mientras tanto, en la proa que forma el vértice orientado hacia la plaza, el candente esperará a oficiar su labor de fragua del buen yantar. Nadie cuestionará lo que no necesita cuestionarse, porque la confianza se palpa y el resultado se aprueba. Sobre la encalada pared, la grafía correspondiente nos explicará cómo el grano se convirtió en harina y de ahí legó su nombre. Solamente tendrán  acceso como invitados ilustres, el reloj que desde la torre nos anuncia que no hay prisa y las centelleantes que desde lo alto  ocultan su envidia. Me aparto, me hago a un lado. Las brasas no entienden de tregua y Luis no se la concede. Una noche más  la fumata blanca dará el beneplácito y la tremolina quedará excluida. Sobre el suelo quedan los restos de las montañas que en las imaginaciones infantiles nacieron por doquier.
 

Jesús(defrijan)

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