miércoles, 7 de octubre de 2015


1.         Hilario

Se abre la mañana y desde la esquina que cuida  el sauce llorón aparece su silueta. Han pasado unos minutos desde que la diana sonó y el desayuno marcó un nuevo día por el que dejar transitar a las horas. Repeinado a modo de galán italiano con raya a la izquierda, prende al primero de sus enésimos cigarrillos que irán acompañándolo a lo largo de la jornada. Desde el dobladillo de sus pantalones se desnudan las huellas del que ayer golpeaba el balón entre los mojones de la portería que adolecía de travesaño y lo  soñaba Sadurní. Los surcos han ido labrando su mirada en la que se adivina la gentileza que alberga. Asciende los escasos metros hasta el llano de la calle y a modo de sereno acompaña al sol para que no se deje ningún rincón por caldear. Justo a mitad del trayecto las maderas han empezado a sentir sus rayos y él ejercerá de ordenanza a la hora de abrir hueco para quienes le superan en años. Girará su jersey  de lana sobre la abotonadura que intenta aportarle el abrazo que desde su bondad esparce entre todos los que lo conocemos. Siempre estará dispuesto a echar una mano desde el convencimiento que no necesita emolumentos a los que adherirse. Ya sus pies trasegaron suficientes mostos mientras los racimos se lanzaban al sacrificio otoñal para fermentarse en vino. Él se encargará de guiar la carreta sobre la que San Isidro lucirá sus galas cada quince de mayo mientras las cañas se alzan a los costados a modo de pretil protector. Él se encargará de auxiliar el dispensario de mesas que en los mediodías  veraniegos  se mutan en fuentes callejeras a la espera de compartir risas y tertulias. Mirará hacia la torre para sentir el paso de las agujas del reloj y no hacer tarde al yantar. Previamente callará pudoroso su deseo de saberse inmortalizado en la instantánea  de la orla que le debe un hueco y el hueco le otorga. Y todo, todo, desde el segundo estrado que toman los sencillos para no molestar a los soberbios. Se sabe querido  y el reflejo del llavero que cuelga de la presilla de su cintura sonríe por ello. No prodiga la imagen del lastimero que reclama atenciones porque no las precisa mendigar. Tiene la absoluta seguridad de no pasar por la vida como un ignorado y está en lo cierto. Si alguna vez pasáis cerca, parad a su lado. Acudirá presto a solucionaros cualquier duda que os asalte sobre la dirección a tomar. Despedíos de él con un apretón de manos que tanto agradecerá y tan pocas veces le han prodigado; se lo merece, sin duda.   

 Jesús(defrijan)

No hay comentarios:

Publicar un comentario