martes, 26 de enero de 2016


Dublín (capítulo II)  Bray, ida y vuelta.



Situada a escasos kilómetros de Dublín, esta ciudad se exhibe desde un pasado reciente como válvula de escape de la capital. Y allí, en la dársena de su puerto, un cierto sabor a leyendas acude a la menor ocasión. No tienes más que lanzar la vista hacia lo alto para sentirte atraído por la necesidad de ascender hacia los acantilados y sentirte vigía de una nave que zarpa hacia   la aventura. Es muy probable que en tu catalejo imaginario se deslicen las imágenes que hablan de desafíos ante las tormentas y cobijo ante los fríos del norte. Sortearás las rocas que se agolpan a ambas cunetas del sendero para alcanzar una cima desde la que otear aquel bajel que tuvo la desgracia de encallar para convertirse en pecio. No será necesario hurgar en las señales de ningún filibustero que nos haya engañado en la búsqueda del tesoro, porque el tesoro mismo reside sobre los pies de quienes volamos a lomos del druida de turno. Allá a lo lejos, parecerá que la silueta de los seres mitológicos emerge de las aguas como señal de advertencia ante el osado navegante que no  las temerá. Tierra Esmeralda en la que el leprechaun descubierto por el viandante se muestra amable  justo hasta  el momento en el que se le solicita el escondite del oro que supuestamente guarda.  Su enfado posterior a tal petición lo difuminará con rabietas con tal de salir airoso del compromiso. Un duende encantador menos peligroso de lo que podría deducirse de su  enfado. Así, lentamente, al paso de las nubes caprichosas, el descenso hacia la bahía nos llevará de la mano por los portalones multicolores revestidos de macetas inmunes a las inclemencias. En las inmediaciones del faro, las atarazanas darán testimonio de su labor y los frutos generosos del mar guardarán turno para ser sazonados. Pareciera como si a lo lejos, aprovechando la bajamar, la hija de Ryan sintiese la llamada galopante del amor que se eleva por encima de la razón. El humeante café salido de una taberna de las inmediaciones reclamará para sí el momento de pausa. Mientras, recostada sobre la silueta del malecón, una rezagada acude con la pesca que dará sentido a una nueva jornada de redes. De regreso, con las viñetas surgiendo desde los ventanales del tren, un nuevo episodio empezará a poner un punto y final. Andar para desandar de nuevo por las mismas avenidas y a modo de despedida tener la certeza de cuánto nos quedó por descubrir y cuánto fuimos capaces de saborear con un último trago a la Guinness de turno. 


 Jesús(defrijan)

No hay comentarios:

Publicar un comentario