Praga-Viena-Budapest
Y aquí llegó la sorpresa inesperada de la que nadie nos advirtió.
Cuarto día de viaje que se emplearía en un traslado hacia Budapest con para da
intermedia en Viena a estirar las piernas y tomar un ligero refrigerio. Para
quienes sentimos especial animadversión al viaje en autobús meternos entre
pecho y espalda más de seiscientos
kilómetros suponía un reto al que no podíamos renunciar y solamente la
esperanza de unas buenas vías de comunicación aliviarían dicho tránsito. Más
nada de lo previsto llegó. Aquellas que se suponían autovías centroeuropeas no
pasaban de ser meras vías rápidas salpicadas
de infinitas obras en las que la fila de a uno se presentaba a la más mínima
oportunidad. De modo que decidimos echarle valor y entre las anécdotas de Julio
y sus andanzas sobre la moto campera, las innumerables risas de Amparo, la
serenidad de Tomás, la frescura de Paqui y el goteo incesante de historia de
labios de Silvia desde su puesto de guía, comenzamos a dejar atrás a los campos
de cereales para dar paso a los viñedos. Poco importaron las curvas y los
badenes cuando los amortiguadores de la historia salían a la palestra de los
altavoces a seguir dejando constancia de un pasado imperial cotizado por los
sucesivos invasores. Un breve descanso a mitad de trayecto y de pronto, Viena.
Y acariciándola , el Danubio, como
anfitrión dispuesto a dirigirnos el tarareo de las notas que le dedicasen como
vals. Tiempo justo para recorrer las inmediaciones del casco antiguo en el que admirar la
grandeza de sus edificaciones entre las que Mozart surgía mientras Sissi
lloraba su incomprensión ante el atribulado Francisco José que se rendía a sus
encantos y caprichos. Volvieron al recuerdo aquellas imágenes en las que mis mayores se solidarizaban con Romy Schneider cuando le daba vida. Estaba claro
que la fábrica de sueños seguía cumpliendo con su papel. Mientras tanto, en las
inmediaciones de la Catedral de San Esteban, cientos de partidarios de Morsi
reclamaban justicia para su líder poblando la plaza de pasquines reivindicativos.
Así, pasado el mediodía, reemprendimos ruta y al cabo de unas horas llegamos a
Obuda, Buda y Pest, un triunvirato de ciudades que dieron origen a la actual
Budapest. Allá abajo, como si nos hubiese servido de brújula, de nuevo el
Danubio se mostraba. Quedaban tres días por delante y el reponer fuerzas se
hacía imprescindible. No pude por menos que imaginar por dónde transcurriría el
antiguo Telón de Acero y faltaban pocas horas para descubrirlo.
Jesús(defrijan)
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