jueves, 21 de enero de 2016


Praga-Viena-Budapest

Y aquí llegó la sorpresa inesperada de la que nadie nos advirtió. Cuarto día de viaje que se emplearía en un traslado hacia Budapest con para da intermedia en Viena a estirar las piernas y tomar un ligero refrigerio. Para quienes sentimos especial animadversión al viaje en autobús meternos entre pecho y espalda más de seiscientos  kilómetros suponía un reto al que no podíamos renunciar y solamente la esperanza de unas buenas vías de comunicación aliviarían dicho tránsito. Más nada de lo previsto llegó. Aquellas que se suponían autovías centroeuropeas no pasaban  de ser meras vías rápidas salpicadas de infinitas obras en las que la fila de a uno se presentaba a la más mínima oportunidad. De modo que decidimos echarle valor y entre las anécdotas de Julio y sus andanzas sobre la moto campera, las innumerables risas de Amparo, la serenidad de Tomás, la frescura de Paqui y el goteo incesante de historia de labios de Silvia desde su puesto de guía, comenzamos a dejar atrás a los campos de cereales para dar paso a los viñedos. Poco importaron las curvas y los badenes cuando los amortiguadores de la historia salían a la palestra de los altavoces a seguir dejando constancia de un pasado imperial cotizado por los sucesivos invasores. Un breve descanso a mitad de trayecto y de pronto, Viena. Y acariciándola , el Danubio,  como anfitrión dispuesto a dirigirnos el tarareo de las notas que le dedicasen como vals. Tiempo justo para recorrer las inmediaciones  del casco antiguo en el que admirar la grandeza de sus edificaciones entre las que Mozart surgía mientras Sissi lloraba su incomprensión ante el atribulado Francisco José que se rendía a sus encantos y caprichos. Volvieron al recuerdo aquellas imágenes en las que  mis mayores se solidarizaban  con Romy  Schneider cuando le daba vida. Estaba claro que la fábrica de sueños seguía cumpliendo con su papel. Mientras tanto, en las inmediaciones de la Catedral de San Esteban, cientos de partidarios de Morsi reclamaban justicia para su líder poblando la plaza de pasquines reivindicativos. Así, pasado el mediodía, reemprendimos ruta y al cabo de unas horas llegamos a Obuda, Buda y Pest, un triunvirato de ciudades que dieron origen a la actual Budapest. Allá abajo, como si nos hubiese servido de brújula, de nuevo el Danubio se mostraba. Quedaban tres días por delante y el reponer fuerzas se hacía imprescindible. No pude por menos que imaginar por dónde transcurriría el antiguo Telón de Acero y faltaban pocas horas para descubrirlo.  



Jesús(defrijan)        

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