jueves, 19 de octubre de 2017


El 155

 En aquellos tiempos de dudas a futuro entre unos y otros consiguieron redactar la tan traída y llevada Carta Magna llamada Constitución. Cedieron unos, aceptaron otros y en base a ello se logró un consenso pespunteado como pasadizo hacia la convivencia democrática posdictatorial. No sé si alguien ajeno a las leyes la habrá leído alguna vez; yo, desde luego, no. Y no es que me vanaglorie de ello, pero reconozco que me gusta más la buena literatura. Sé que cuando se diseñó el mapa autonómico más de una actual autonomía reclamaba tal o cual privilegio a modo de galardón histórico y más o menos se logró configurar un Estado moderno. Pero ¿qué pasa cuando el tiempo pasa y aquellos que nacieron, se criaron, estudiaron, se formaron  y viven en un ambiente diferente al resto rechazan la validez de un texto que consideran ajeno? Pues pasa que el desacuerdo salta a la calle y provoca el duelo. Unos, aferrados a la letra votada; otros, renegando de dicha letra por no considerar que esté actualizada; unos, proclamando tras las bambalinas del temor lo que prometieron exigir en sus campañas electorales; otros, amenazando sin dar a la espera de una rectificación o aseveración por parte de los otros. Entre miedos a represiones y miedos a ejecuciones legales así andamos. Como si una partida de tenis se disputase sin tie break y amenazase con eternizar la disputa. Unos me recuerdan al padre que anticipa un cachete al hijo si sigue en su cabezonería; otros buscando el rincón desde el que seguir empecinados en lo que consideran justo aunque a sus padres les suene a capricho. Y todos, o algunos, si saber qué demonios dice a las claras el dichoso artículo; o mejor, la interpretación de todos los artículos de la Constitución. Parece que una metáfora se hubiese instalado y cada cual estuviese interpretándola a favor de corriente. Si me sitúo en el pensamiento de unos diré que la ley está para ser cumplida; si me muevo de bando, reconoceré que ninguna es  perpetua, ni siquiera la de 1812. De modo que aquí seguimos; recogepelotas pendientes del ojo de halcón a la espera del fin del match. Supongo que llegará más pronto que tarde porque si de lo que se trata es de llegar a un acuerdo, lo veo difícil. En cualquier disputa siempre hay un vencedor. Lo que el vencedor no debe ignorar es que el derrotado esperará ansioso la revancha a la mayor brevedad posible. Y ahora, venciendo a la tentación, vuelvo a cerrar el texto constitutivo y desisto de leerlo; sigo prefiriendo la Literatura como Constitución eterna del ser humano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario