jueves, 26 de octubre de 2017


Toc, toc


Jugando con el doble sentido de la expresión se suele sacar partido a la ironía. Un punto de sutileza sale a la palestra y del otro, de quien lo lee o escucha, dependerá el valorar si ese doble sentido es más o menos acertado. Así debieron plantear quienes eligieron semejante título para semejante bodrio de película. Aquí es donde podría dar por concluida la crítica de la hora y media malgastado ayer por la tarde. No obstante, explicaré los argumentos que me llevan a catalogarla como tal, y quien quiera que los lea y asuma y quien no que se lance al vacío y allá él. El Trastorno Obsesivo Compulsivo es diagnosticado a quienes por algún desajuste mental actúan en base a temores o tics irremediables. Entrar en los orígenes de los mismos le corresponde a los psicólogos o psiquiatras y no seré yo quien asuma tal función. Pero buscar la gracia, la risa fácil, el humor barato en base a ello, me parece, como mínimo, deleznable. Y mucho más cuando los estereotipos son tan simples como las interpretaciones de quienes los llevan a escena. Responsabilidad absoluta del guionista, del productor, del legislador que premia al séptimo arte con unas cuotas de emolumentos para parir semejantes chorradas. Apoyos televisivos, caras más o menos conocidas a partir de teleseries y situaciones esperpénticas que no tiene ni idea de lo que significa el buen humor. Bostezos desde el minuto cinco y salteadas risas entre los moños cardados de las filas alternas. Niveles de humor anclados en las comedias insustanciales de los años sesenta y que curiosamente revivían ante mis tímpanos. Ansias infinitas por encontrar algún skecht salvable con el que justificar los cinco euros peor invertidos. Nada, de nada, sobre la nada, de la nada y para nada ¿ Para cuándo una oficina de reclamaciones en las cercanías de las palomitas? ¿Para cuándo una actuación preventiva ante situaciones como la de ayer? Sospecho que el nivel de exigencia se ha diluido de tal modo que habrá que recurrir de nuevo a la Cartelera Turia para ir sobre seguro. Aquella no se andaba con rodeos; los epítetos comenzaban con infumable, seguían con lamentable, evitable, condenable, aceptable, buena, excelente e imprescindible. Y a fe que tenían razón en la mayoría de las ocasiones. Así que, salvo que el espíritu de Paco Martínez Soria opine lo contrario, evitaos la decepción. Si llegase a comparar sus obras con lo visto ayer, seguro que salía ganando por goleada. Del argumento, paso de hablar; ¿para qué, si ni siquiera los promotores saben de qué va? Por cierto, y como preludio a la cortina de los títulos de crédito, un avance de lo que amenaza ser la segunda parte. Juro que si vuelvo a escuchar  “toc, toc”, no se me ocurrirá abrir la puerta ni de coña.       

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