viernes, 6 de octubre de 2017


Mediadores



Albaceas, jueces de paz, hombres buenos, y tantas y tantas acepciones que daría para un diccionario. En definitiva, gente que en base a su capacidad, a su preparación, a su sentido del equilibrio, suelen salir a poner cordura en los litigios. Yo he visto actuar así a más de uno y puedo dar fe de sus resultados. Sólo  era necesario que los litigantes comprendiesen que a ningún sitio les llevaba su cerrazón y en base a ello se pusiesen en el lugar del otro. Es tan sencillo como cambiar por un instante el cristal de tus gafas y ver otra realidad que hasta ese momento te parecía inaceptable. En un momento determinado, ambas partes con sus séquitos correspondientes, se parapetaron en atalayas defensivas de posturas intransigentes y pensaron sr inamovibles. En momentos posteriores, ambas partes con sus séquitos correspondientes, deben valorar si merece la pena este ofuscamiento que a nada conduce.  Ya habrá tiempo para reconocer a solas si las apuestas fueron lo suficientemente arriesgadas o no. O si verdaderamente la sensación de dominio aplastante es la solución definitiva al desencuentro. Ni una ni otra parecen las mejores  y ninguna de ellas debe prevalecer como gladiadora victoriosa. Únicamente estaría sembrando la semilla de la revancha que a no tardar acabaría apareciendo cargada de recriminaciones. Daría lo mismo si se exageraban o no, pero acabarían apareciendo. Mientras tanto, un nuevo caldo de cultivo empezaría a hervir a la espera de que la válvula no aguantase más presión. No se trata de verse desposeído de sus argumentos; se trata, más bien, de releer los argumentos del de enfrente y tenerlos en cuenta. Nunca dieron buenas cosechas las siembras de disconformidades impuestas. Llegó el momento de la siega y la cizaña se mezcló con las mieses, las harinas se trituraron defectuosas y la adaza prevaleció en la cocción. Tan torpe es anclarse en la Historia cuando la Historia te la haces favorable como bunquerizarse bajo hormigones de letras impresas cuya origen fue desatar lo que soñaron bien atado. La vida evoluciona y vivir en el pasado es absurdo tanto si se retroceden cuarenta años como si se desandan siglos. Del pasado se aprende a no cometer los mismos errores si es que se quiere evitarlos. El exabrupto, el puñetazo en la mesa, la llamada a arrebato, lo único que consiguen es encabronamiento, temor, desprecio, y sobre todo, desencanto a futuro. Si de lo que se trata es de mostrarse intransigentes, lo mejor será, regresar a las cavernas. Aunque vistas las circunstancias  actuales, parece que algunos aún no salieron de ellas. Dicen que la mejor sentencia es aquella que no deja contenta a ninguna de las partes. Si así es, que se ponga a mediar quien sea capaz de lanzar a la cara a cada contendiente sus errores. Si los reconocen, el juicio habrá finalizado, y todos saldremos ganando.     

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