Mediadores
Albaceas, jueces de paz, hombres buenos, y tantas y tantas acepciones que
daría para un diccionario. En definitiva, gente que en base a su capacidad, a
su preparación, a su sentido del equilibrio, suelen salir a poner cordura en
los litigios. Yo he visto actuar así a más de uno y puedo dar fe de sus
resultados. Sólo era necesario que los
litigantes comprendiesen que a ningún sitio les llevaba su cerrazón y en base a
ello se pusiesen en el lugar del otro. Es tan sencillo como cambiar por un
instante el cristal de tus gafas y ver otra realidad que hasta ese momento te
parecía inaceptable. En un momento determinado, ambas partes con sus séquitos
correspondientes, se parapetaron en atalayas defensivas de posturas
intransigentes y pensaron sr inamovibles. En momentos posteriores, ambas partes
con sus séquitos correspondientes, deben valorar si merece la pena este
ofuscamiento que a nada conduce. Ya
habrá tiempo para reconocer a solas si las apuestas fueron lo suficientemente
arriesgadas o no. O si verdaderamente la sensación de dominio aplastante es la
solución definitiva al desencuentro. Ni una ni otra parecen las mejores y ninguna de ellas debe prevalecer como
gladiadora victoriosa. Únicamente estaría sembrando la semilla de la revancha
que a no tardar acabaría apareciendo cargada de recriminaciones. Daría lo mismo
si se exageraban o no, pero acabarían apareciendo. Mientras tanto, un nuevo
caldo de cultivo empezaría a hervir a la espera de que la válvula no aguantase
más presión. No se trata de verse desposeído de sus argumentos; se trata, más
bien, de releer los argumentos del de enfrente y tenerlos en cuenta. Nunca
dieron buenas cosechas las siembras de disconformidades impuestas. Llegó el
momento de la siega y la cizaña se mezcló con las mieses, las harinas se
trituraron defectuosas y la adaza prevaleció en la cocción. Tan torpe es anclarse
en la Historia cuando la Historia te la haces favorable como bunquerizarse bajo
hormigones de letras impresas cuya origen fue desatar lo que soñaron bien
atado. La vida evoluciona y vivir en el pasado es absurdo tanto si se
retroceden cuarenta años como si se desandan siglos. Del pasado se aprende a no
cometer los mismos errores si es que se quiere evitarlos. El exabrupto, el
puñetazo en la mesa, la llamada a arrebato, lo único que consiguen es
encabronamiento, temor, desprecio, y sobre todo, desencanto a futuro. Si de lo
que se trata es de mostrarse intransigentes, lo mejor será, regresar a las cavernas.
Aunque vistas las circunstancias actuales, parece que algunos aún no salieron
de ellas. Dicen que la mejor sentencia es aquella que no deja contenta a
ninguna de las partes. Si así es, que se ponga a mediar quien sea capaz de
lanzar a la cara a cada contendiente sus errores. Si los reconocen, el juicio
habrá finalizado, y todos saldremos ganando.
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