miércoles, 11 de octubre de 2017


Entre dos aguas



Mi escasa preparación flamenca me hace permanecer al margen de cualquier opinión sobre dicho estilo. A lo sumo alguna rumba y poco más provoca el timbaleo de los dedos y ya está. De hecho, aquella vez que escuché el “Entre dos aguas”  de Paco de Lucía en plena moda de sonidos de Filadelfia, decidí comprarme el single y de cuando en cuando escucharlo. El tiempo pasó y aquella canción de vez en cuando resuena como eco de tiempos transitorios. Como ayer. Toda la tarde a la espera de la comparecencia para ver qué camino tomaba el Parlament y al cabo de dos horas y pico, de nuevo, la melodía en cuestión. Esta vez sin púa ni uña larga. Ni palosanto soportando el deslizamiento de las yemas por los trastes para ascender el ritmo a medida que los minutos pasaban. Un ir y regresar sin cejilla de por medio que anunciase lo pregonado. Y todos expectantes. Y nada. Minutos de faena aliñada ante un auditorio millonario a través de las ondas para acabar dando un quiebro que dejó desconcertados a todos. Sí, pero no, pero ahora, o quizás más tarde. Los ensayos previos en la sacristía ya presagiaban algún desarreglo en las partituras y los rostros del coro daban fe de todo ello. Fuera, en los aledaños, los incondicionales pasando del salto alegre al abucheo decepcionante. Un desasosiego del que nadie sabe cómo salir. Una encrucijada como aquella que se le planteó a Juanito Guerra en una noche estrellada veraniega y tabernera. Dos cuerdas saltaron cuando intentaba dar réplica al maestro gaditano y todos nadamos entre dos aguas. Eso sí, dos aguas y varios tragos destilados para dar cumplida cuenta de su esfuerzo. La decepción no tenía cabida y su voluntad de contentar al auditorio fue suficiente. Cayó la noche y muchos callaron el desencanto. Otros decidimos darle nuevas oportunidades y así fue. El verano era lo suficientemente largo como para darnos por vencidos ante la primera adversidad. Las noches siguientes se sumaron a la corriente Tomatito con Camarón, Triana, J.J. Cale y casi, casi, Clapton. Volvió a sonar tan lamentable como la primera vez, pero eso carecía de importancia. Desde los balcones próximos, Sacramentos, Mari y alguno más velaba el sueño que se soñaba real frente al letrero luminoso. Los parabienes siguen custodiando la acera cada vez que resuena en el recuerdo aquel paseo por la ilusión de alguien que quiso verse como lo que no era. A muchos peces no nos es necesario comprobar cuándo las aguas bajan turbulentas y nadar entre ellas resulta sumamente complicado frente al riesgo de perecer en ellas.  

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