martes, 10 de octubre de 2017


El desafío



Como si de una velada de boxeo se tratase, a espaldas de Don King, los púgiles cruzarán guantes sobre el cuadrilátero de la tarde. Un reto difícil de perderse y supongo que alguna casa de apuestas ya habrá lanzado las probabilidades de hacer caja. Atrás quedaron las vísperas en las que, como si de Legrá, Carrasco o Perico Fernández se tratase,  la cuestión se ponía tensa. Igual a uno de ellos le falta el juego de piernas de Alí capaz de agotar al rival por cansancio a la espera del golpe definitivo. Puede que al otro el gancho de izquierdas que tan bien exhibe le augure un triunfo inapelable. Quizás la imagen de Urtain regrese demoledora en busca del tabique nasal del rival. O puede que Dum Dum preste sus fintas para ayudar a esquivar los golpes. Sea como fuere, quedan pocas horas para que la campana empiece a sonar y los quince asaltos se pongan en marcha. Los calzones coloridos darán fe de quien los calza y a cuatro bandas se escucharán vítores de tales o cuales partidarios. Lástima que no se retransmita vía satélite desde Las Vegas. Esto le añadiría un plus de espectáculo a  mayor gloria de las audiencias que hoy tendrán el éxito asegurado. Y desde cada canal reviviremos lo que estaremos viendo a la espera de que el árbitro decida o no parar la pelea. Una hora inacostumbrada que más pareciera propia de tarde taurina. Como si Lorca quisiera anunciar una nueva embestida de la fiera se nos presentará a toque de clarines pero sin trompetas. Al final, siempre lo mismo: toros, fútbol y siesta. Ya empiezo a oler a linimento y el piso de lona luce en todo su esplendor. Saben, o así se lo han hecho saber, que el miedo a la derrota no se contempla; que no pueden defraudar a sus fans que tanto han apostado por verlos triunfantes; que sólo uno saldrá vencedor. Carnaza para que el común de los mortales disfrute de un espectáculo que tanto repudian quienes suelen desvirtuarlo. Yo, por si acaso, buscaría dentro de los guantes la herradura que pudiera estar camuflada. Y de paso bordaría sobre el albornoz unas letras doradas para resaltar la necedad. El tamaño de las mismas será lo de menos; lo cierto y verdad es que si al acabar el combate uno pierde por puntos, el rival saldrá mínimamente insatisfecho; pero si antes de concluir la pelea, un contendiente hinca la rodilla y se declara perdedor por k.o. técnico, entonces, amigos míos, entonces, la derrota será la dueña de todos nosotros y no habrá revancha posible. Tomemos café que la tarde se aventura intensa y no es cuestión de ignorar la evolución de la misma. Ya mañana leeremos las crónicas y con un poco de suerte serán imparciales.

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