martes, 17 de octubre de 2017


Madurar hacia el fracaso


Parece poco apropiado hablar de la madurez en pleno otoño,  pero las letras campan a sus anchas y no seré yo quien las amordace. No me refiero al hecho de la maduración estacional que la naturaleza predispone; me refiero al hecho intrínseco del ser humano que le sirve para caminar por su propia existencia. Madurar, efectivamente, significa transitar por las etapas sin dejar de asimilar aprendizajes y de ellos sacar consecuencias. Todas encaminadas a delimitar las cunetas de nuestro sendero para con ellas evitar la salida de la ruta marcada. Por eso, y sin ánimo de dar lecciones a nadie, creo que lo primero, lo imperioso, lo imprescindible, será marcar las metas e intentar llegar a ellas. No serán necesarias metas inabarcables para evitar las decepciones, pero habrán de marcarse para dar sentido a tu vida. Porque si así no lo haces, acabarás vistiendo el atuendo de polichinela que tanta gracia hace, o lo que es peor, tanta lástima provoca. Y por si todo esto fuera poco, por si todo este razonamiento resultase escaso, merecerá la pena añadir el daño que a posteriori puedes generar en tu retroceso personal. Vivir en la fantasía de un calendario pasado sin ver más allá de la sombra de tu perfil acarreará decepciones a quienes compartan contigo caminos. Tu vida resultará ser un fracaso, y lo que es peor, la de los que no lo quisieron asumir será pura frustración.  Y será doliente compartir errores ajenos por ceguera previa movida por enfoque erróneo de un catalejo empañado. Cuestión de saber elegir y actuar en consecuencia. Incluso haciéndolo así, la suerte será necesaria; pero la suerte será esquiva en todo aquel que se empeñe en no ver el fracaso evidente que le viene encima. Podrá disimularse en los ratos de asueto la pronta llegada de la decepción. Podrá alfombrarse de falsos verdes el paso cadencioso intentando no mirar los cantos rodados que se ocultan bajo la alfombra. Podrán ponerse paños calientes a las decepciones que acabarán llegando. Podrán, en definitiva, seguir negando por orgullo, el estado de podredumbre  al que te ha llevado la madurez que siempre pensaste ajena a ti. Serás una ser ajado y solamente te quedará adivinar sobre qué hoja muerta caerá tu cadáver. Será breve, no te preocupes. Tuviste tiempo de rectificar y preferiste seguir engañándote. No lamentes, pues, el aroma a incienso que recubrirá tu féretro viviente. Así lo quisiste y así lo tienes como legado. Parece poco apropiado hablar de la madurez en pleno otoño,  pero, ya ves,  las letras decidieron campar a sus anchas y no me he sentido capaz de amordazarlas ni me ha dado la gana hacerlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario