viernes, 27 de enero de 2017

El amor en los tiempos del cólera


Que recién recibido el Premio Nobel de Literatura, y una vez cumplidas las obligaciones sociales que conlleva, sientas la necesidad de aislarte en Cartagena de Indias para no seguir viviendo de las rentas literarias, solamente lo podría hacer un genio. Un genio llamado Gabriel García Márquez, que tantos momentos de gloria ha dado a las letras. De modo que aislado del mundanal ruido y supongo que imbuido por el aire caribeño, decide dar inicio a una historia de amor eterna. Eterna porque la esperanza del amado no tiene límites y es capaz de resistir el paso de los años hasta verla cumplida. Ella, altiva señora de nombre Fermina, se desposa con el doctor Urbino y su vida discurre por los senderos del discreto encanto burgués de finales del XIX. Él, Florentino, amante decidido desde la pubertad de la mencionada Fermina, encuentra el momento preciso para reiniciar su conquista a la muerte accidental del galeno. Y el constante tira y afloja entre perseverancia y negación llega a durar más de cincuenta años. Ambas vidas han llevado su curso a lo largo de esta etapa pero en el ánimo del otrora trovador el recuerdo sigue presente y el ánimo de conquistarla no decae. Podría definirse como un culebrón más de aquellos que las Antillas propician y en cierto modo no faltaría a la verdad. Pero lo que realmente magnifica la historia es la manera en que la pluma de don Gabriel consigue hacernos partícipes de tan hermosos sentimientos. Por un lado la resistencia que toda educación femenina llevaba consigo en la que se imponían formas a fondos, por otro, el irrefrenable deseo del enamorado de alcanzar sus metas emotivas una vez alcanzadas las económicas. Da la sensación de haber visto este argumento en más de una ocasión y por ello mismo no puedes dejar de sonreír ante el hecho. Más de un rostro acude a ti y una mezcla de compasión y aplauso nace de dentro. ¿Quién no ha visto en alguna ocasión al abuelo de turno echar de menos a aquel amor que no llegó a ser?. ¿Quién no ha diseñado a través de una mirada escrutada la felicidad que en multitud de ocasiones se camufla en conveniencias?. Ahí es donde la genialidad de su pluma hace que el equilibrio entre sensiblería y credibilidad se mantenga. Lo de si está basada en la propia experiencia de sus abuelos o no, será lo de menos. Lo trascendente es comprobar cómo se puede escribir en los tiempos coléricos actuales una obra de arte como esta que supuso un nuevo peldaño hacia la gloria de quien ya la tenía ganada en vida. Evitad la versión fílmica, por lo que más queráis. A nadie se le ocurriría pensar que Javier Bardem puede responder al prototipo de amante persistente cargado de epístolas amorosas a la espera de un sí que tanto se hace de rogar.

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